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jueves, 20 de noviembre de 2014

A TRULY EVIL BASTARD

Título: Ragman’s Souls
Guión: Tom Taylor
Arte: Mike S. Miller
Color: J. Nanjan

Ésta, créanme, es una muy mala semana para querer ser John Constantine. En realidad, casi todas las semanas han sido malas para ser Constantine desde que el individuo aquel abriera por primera vez sus ojos de la mano del papá más oscuro que uno pueda imaginarse, Alan Moore, en un número casi mitológico de The Swamp Thing en la primera mitad de los ochenta.
Pero ésta... esta semana es la peor de todas...
Porqué está es la semana en que se publica el “Injustice: Gods Among Us - Year Three” #8 y apenas comenzado el Tercer Año —o Year Three, como decimos de pura pretensión— ya todo se ha ido al infierno de forma bastante literal.
Mas ¿cómo?, se preguntarán ustedes, inquisitivos lectores. ¿Cómo pudo suceder éso si al final del séptimo capítulo todo marchaba viento en popa para Constantine y mágicos asociados?
Para los lectores compulsivos de cómics de superhéroes, aquella no deja de ser una pregunta retórica más bien: la esencia misma de las historias de malla y capa es justamente ésa, la vuelta de tuerca, como diría el querido escritor irlandés Henry James. Rizar el rizo. Encontrarle la quinta pata al gato. Etcétera ad nauseam.


Recapitulemos... Algo así como "Previously in...".
Tras un desastroso Year Two en que prácticamente todo el elenco de superhéroes opositores a Superman fue borrado del mapa —y pensar que hay quién me discute por Facebook que Superman no es fascista...—; fue el turno de la magia para entrar en acción en este nuevo año. Y John Constantine, más motivado por un trasnochado paternalismo que por otra cosa, comenzó a hacerse cargo de la situación a su manera.
A pesar de los malos chistes y la pérdida sangrienta de más de un aliado, no lo había hecho todo tan mal. De hecho, al final del capítulo #7 había logrado lo que nadie en la serie: apresar al dictador kriptoniano y borrar a Batman de “Injustice” —ojo, que la portada no cuenta—.
Pero todo lo bueno no puede durar, sobretodo si hablamos de Constantine, epítome del tipo mala suerte.
Los recursos de Ragman para mantener atado a Superman mediante las almas condenadas por el mismo kriptoniano, duran lo mismo que diez pizzas en las manos de Kid Flash —sea éste Wally West o Bart Allen—.
Como suele ocurrir, casi, casi lo logran. El problema es ese "casi".
Superman puede estar por fin atrapado, camino de su condenación, pero tiene aliados... o seguidores... o esbirros... o cómoquiera que los llamemos. Y éstos son poderosos.
De partida, llega el chicobueno Batson, el primer y único Captain Marvel. Y con su truco del ¡Shazam! debilita a Ragman lo suficiente para que, a la entrada de The Spectre, el vengador de la sangre termine la labor y libere al dictador —y pensar que DC le va a dar serie propia a ese vueltodechaqueta verde en Gotham by Midnight—.


Sip, mala semana para querer ser John Constantine. O, derechamente, para ser John Constantine.
El Injustice #8 cierra con el nigromante boquiabierto —casi en actitud coitus interruptus—, rodeado por The Spectre, Captain Marvel, Sinestro y Hal Jordan... Y cara a cara con un Superman más enojado que Lobo con el cambio de imagen que le hicieron para los New 52… Y éso es muuuucho enojo.
Con un dibujo de líneas rápidas y, en apariencia, sencillas, Miller da vida gráfica a la vertiginosa historia de Taylor para sorprendernos una semana más.


“Injustice: Gods Among Us - Year Three” —¡cómo nos gusta decir aquello!— avanza con paso resuelto, al estilo de esas matinés de cine de barrio que dejaban a los niños de más de medio siglo atrás, colgando del borde de sus asientos, a la espera del siguiente capítulo.
Y sin Batman.

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