"75 años, 75 versiones de Batman" es básicamente lo que su nombre indica: un breve pero variado repaso no cronológico por algunas de las versiones más destacadas del Caballero Oscuro, ya sea en cómics, video juegos, series de televisión o películas.
Para esta penúltima entrega de esta sección decidimos hacer algo especial.
En este caso no haremos ningún tipo de análisis sobre esta versión de Batman, sino que dejaremos que el colaborador Mena nos cuente sobre su primer acercamiento al Bativerso. Sin más preámbulos, a continuación podrán leer su testimonio.
Fue una tarde, por 1974. Llegado del colegio, me
instalé a observar el gran prodigio de la ciencia que por fin había golpeado a
mi puerta: ¡el televisor! Un gran televisor, cuadrado, con caja de madera y en
fabuloso blanco y negro. Imágenes que los tubos catódicos contenidos en su
interior nos brindaban todos los días, durante las escasas horas que los
incipientes canales de televisión emitían su programación.
Ya me había acostumbrado a que, por esa hora, uno
de los canales exhibiera películas. Y ésta comenzó:
Una imagen oscura dio paso a un movedizo círculo
de luz que iluminaba un muro de ladrillos y, súbitamente, una palabra que me
aturdió, que puso a latir mi corazón de niño a mil por hora.
La palabra era BATMAN.
Durante unas dos horas, mis ojos no podían dar
crédito a lo que veían: Batman y Robin, a quienes yo conocía sólo de alguna
historieta suelta y de una serie de dibujos animados de Hanna y Barbera, se enfrentaban
a un cuarteto de terribles villanos, todos interpretados por actores de carne y
hueso. Memoricé sus nombres: El Pingüino, el Guasón, el Acertijo y Gatúbela.
Cuatro enemigos formidables y esquizofrénicos que atacaban a la ONU mediante un
rayo que transformaba en polvo a las personas.
Si antes me habían fascinado alguno de esos
personajes extraños, ahora me había enamorado por completo de ellos.
Quería saber todo de ellos, quería dibujarlos,
jugar a que yo mismo era uno. Lo quería todo… Pero eran los setenta.
Latinoamérica era una suerte de pueblo perdido bien al sur de Estados Unidos
—en rigor, aún lo somos en muchos aspectos—. Todo llegaba con retraso, si es
que llegaba. Los niños no teníamos casi derecho de opinión. Teníamos que
conformarnos con la imaginación y con lo poco que sí conseguíamos.
Batman, entonces, creció en mi mente, como una
fascinación. Algo misterioso del que nunca podría saber todo.
Desconocía yo, en ese momento, que pronto el mismo
canal de televisión lanzaría la serie de la cual la película había salido. No
sabía yo que, años más tarde, décadas después, yo podría considerarme un
testigo privilegiado del estreno de la serie de televisión “Batman” en las
pantallas de Latinoamérica. Serie que traspasaría el siglo que le vio nacer y
se proyectaría al siglo XXI como un gran referente e ícono del mundo de Batman.
Semana tras semana siguiendo las aventuras de
Batman y Robin, el Joven Maravilla, ocultos bajo las personalidades secretas
del millonario Bruno Díaz y su protegido Ricardo Tapia (toda nuestra generación
crecería conociéndolos sólo por esos nombres).
Si se tuviera que nombrar al principal factor de
la gran popularidad de Batman por nuestros lares y de la gran legión de
seguidores que tiene hasta nuestros días entre los mayores de cuarenta años, el
nombre de la serie de televisión debería ser prácticamente el único: la mayor
fuente de información y encantamiento con el personaje, durante los setenta,
fue, sin duda, “Batman” o “Batman '66”, como acostumbramos llamarlo hoy en día.
Pero no fue en el ’66 que se inició el recorrido
televisivo de Batman. Fue en 1965, cuando un productor de televisión llamado
William Dozier, leyó un ejemplar del “Batman” #171 durante un vuelo.
De inmediato vislumbró las posibilidades de
transformar las historias del encapotado en una película.
La cadena ABC compró la idea muy rápido y en
tiempo récord se escribió un primer piloto, pero no para una película, sino
para un show de televisión, que estuvo a cargo de Lorenzo Semple Jr, un genio
de la comedia. Aquel guión original marcaría el tono que distinguiría a la
serie por siempre: el camp, nombre
que define el tipo de comedia que lleva la realidad al extremo, el teatro del
absurdo en su máxima potencia.
Además, recuperó a un personaje muerto en los
cómics: Alfred, el mayordomo. Dozier lo quería en el show y lo logró y, de paso,
consiguió que los cómics también lo trajeran de vuelta, para deleite de todos
nosotros hoy en día y, quizá, la historia del primer resucitado de los cómics —curioso
es que el argumento que se inventaron en los cómics pasaba por un personaje
llamado The Outsider, una suerte de doble que había tomado la personalidad de
Alfred. Algo muy cercano a lo que vimos hace poco en el inicio del arco “Forever
Evil”—.
Quedaba la elección de los actores. De un
comercial de Nestlé en que un actor llamado William West Anderson parodiaba a
James Bond, consiguieron al protagonista, que sería conocido como Adam West
para siempre. Y de un extenso casting de jóvenes, surge Berton Gervis, conocido
como Burt Ward.
Establecido ya el Dúo Dinámico, fue la hora de
escoger al elenco que los acompañaría: Como el primer capítulo tendría al
Acertijo como villano invitado, el seleccionado resultó ser Frank Gorshin.
Luego se les unió Neil Hamilton como el
Comisionado Gordon —de muy discreta participación—, Stafford Repp —el Sargento
O’Hara, quizá un anodino antecesor de Harvey Bullock—, César Romero como el
ahora importantísimo Guasón, Burgess Meredith como el Pingüino —sublime en su
caracterización— y, por supuesto, Julie Newmar como Gatúbela —la Catwoman
sesentera que prácticamente no ha podido ser reemplazada en su papel… y que lo
certifique Sheldon Cooper de “The Big Bang Theory”—.
Aunque ellos son los personajes más
recordados, también hubo otros villanos como el Rey Tut —Victor Buono—, el Rey
Reloj —Walter Slezak, delincuente que ha tenido su aparición en la nueva serie televisiva “The
Flash”—, El Arquero —Art Cartney—, el Sombrerero Loco —David Wayne—, Mr. Frío
—interpretado por tres actores distintos, George Sanders, Otto Preminger y Eli
Wallach—, y Falsa Faz —interpretado por Malachi Throne, actor que nunca
apareció en los créditos para mantener en secreto la verdadera cara del
villano—.
Dejamos para el último a Vincent Price, el
gran Vincent Price que hacía mearse en los pantalones de emoción a Tim Burton,
interpretando a Cabeza de Huevo. Y si aquello suena a rareza, la verdad es que el
programa completo estaba lleno de detalles que hoy llamamos freak.
Los episodios siempre tenían dos partes,
acabando el primero con un continuará
inolvidable que dejaba pendientes, preguntas como ¿podrá Batman liberarse…? ¿Será este el final para el Dúo Dinámico…? Con el clásico remate citándonos para la siguiente semana “a la misma Bati-hora,
por el mismo Bati-canal” —voz que en el original en inglés hacía el mismo
Dozier—.
Las escaladas de muro también se
transformaron en un clásico y, durante el período de mayor éxito, muchos
personajes famosos rogaron por una aparición en la escena, asomándose por una
ventana. En la lista podemos incluir a Frank Sinatra, Bobby Kennedy, Jerry
Lewis, Sammy Davis Junior, etc.
Los onomatopeyas también se convirtieron
en un inseparable del show de televisión y hasta el día de hoy son citados y
parodiados —otro ejemplo de lo arraigada que quedó la serie en nuestra
cultura—.
El teléfono rojo es otro clásico, con
comunicación directa entre la oficina del Comisionado y la Mansión Wayne.
César Romero, el Guasón, nunca quiso
afeitarse su bigote para el papel así que tenían que aplicarle doble capa de
maquillaje blanco, pero nunca lograron hacerlo pasar desapercibido. Aunque
nosotros, televidentes infantiles cuando el full
hd era una palabra de ciencia ficción, nunca nos dimos cuenta.
En pleno éxito tras treinta y cuatro
episodios, Fox —que terminó emitiéndola— decide hacer la película que fue mi
iniciación a la batimanía —qué regalo usar las expresiones en español—. Julie
Neymar, por razones laborales, es reemplazada por Lee Meriwether en el rol de
Gatúbela.
Se estrenó el 3 de agosto de 1966 con gran
taquilla y se vendió al extranjero y resultó el enganche preciso para
promocionar la serie a nivel mundial —incluida nuestra Latinoamérica—.
Aunque cuenta con alguno de los textos más
absurdos de la franquicia, logra conquistar el corazón de enormes audiencias
—uno de los enigmas del Acertijo reza así “¿Qué pesa 200 gramos, se posa sobre
un árbol y es peligroso?”. Respuesta, un gorrión con metralleta. Otro. “¿Qué es
amarillo y escribe?”. ¡Un plátano-lápiz—. Aparecen por primera vez el
Baticóptero, la Batimoto y la Batilancha; sin desmerecer el increíble submarino
del Pingüino que si apareciera dando vueltas por “Batman: Eternal” hoy en día, no
desentonaría para nada.
La película, además, nos regaló la
asombrosa escena del tiburón asesino colgado de la pierna de Batman, quien usa
su Bati-spray repelente para escualos —¡ningún superhéroe debería salir a la
calle sin uno de ellos!—.
Sin embargo, el inmenso éxito de la serie
acabaría influyendo en el tono de los cómics, que ganaron en ventas, batiendo
records para su época, pero que, al decaer el show televisivo, arrastraría a
las publicaciones a un hoyo del cual costaría volver a emerger.
Esto ocurre al inicio de la tercera
temporada. La serie ya no atrae tanto. Newmar y Gorshin dejan el show y son
reemplazados por Eartha Kitt como Gatúbela y John Astin como El Acertijo. Los
dos capítulos semanales se reducen a uno por lo que desaparece el clásico continuará.
En un intento por reflotarla, se crea un
nuevo personaje: Batichica, personaje tomado de la recién estrenada Batgirl en
el “Detective Comics” #359 de enero de 1967 —bajo el título de “The million dollar
debut of Batgirl”, primera aparición de Barbara Gordon en el Bativerso. La
anterior Batgirl había visto la luz en los cincuenta, como sobrina de
Batwoman—.
La actriz seleccionada es Yvonne Craig.
Pero ni aún así pudo ser rescatado el show televisivo y el 14 de marzo de 1968
se estrena el último capítulo.
Tres temporadas, ciento veinte capítulos
en total, una película y una Batimanía que —como ocurriera con otra serie
contemporánea, Star Trek— creció con los años manteniéndola vigente incluso
hasta nuestros días.
Y transformándonos a nosotros, los que
éramos niños en los setenta, en privilegiados testigos del inicio de la carrera
ascendente de Batman por todo el mundo hasta llevarlo a ser el número uno
dentro de DC Comics. Lugar que nunca hubiera ocupado si “Batman '66” no hubiese
existido.
Aún me recuerdo en aquella tarde de 1974.
La película recién había terminado y yo ya corría a sacar una hoja de cuaderno
y hacerme una máscara de Batman, colgarme una toalla de los hombros, y comenzar
a saltar de sillón en sillón peleando contra malvados villanos en medio de
fuertes Piff, Kaboom, Squash…
Ni idea, entonces, que cuarenta años
después, aún seguiría vibrando y emocionándome con las aventuras de Batman y
toda la innumerable colección de personajes que le acompañan.
Creo que iré a buscar una toalla. Nunca es
tarde para ser niño.
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