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sábado, 7 de marzo de 2015

Reseña: “Arkham Manor” #5

COTARD

Título: These walls must hold
Escritor: Gerry Duggan
Arte: Shawn Crystal
Color: Dave Mccaig

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos 

esa muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto”.
(Vendrá la muerte, Cesare Pavese)

La visita guiada al interior de Arkham Manor ha sido breve, pero intensa.
Desde su entrada, hasta el más recóndito y oscuro corredor, la Mansión nos ha deparado más de una sorpresa. Con un guión armado de forma muy inteligente y un dibujo completamente funcional a la historia, nos hemos adentrado en busca del asesino misterioso, creyentes de que esta era un cómic sobre un asesino dentro de las paredes del nuevo siquiátrico.
Quizá ésa fue la mejor jugada de una trama que, pese a pequeños ripios que ya resaltamos con anterioridad, ha sido montada con perfección para hacer lo que hacen todas las grandes novelas negras: desviarnos la atención de lo que importa. En este caso, sobre la existencia de Seth Wickham.
 Ignorantes de que asistíamos al nacimiento de un nuevo asesino en la interminable galería de antagonistas de Batman, nuestra atención se concentró en el otro asesino intramuros.
Duggan nos tuvo encandilados con diversas pistas sobre la naturaleza de éste, cuando “Arkham Manor” siempre se ha tratado de cómo influye a quienes entran en contacto con él. No por nada este número abre mostrándonos al asesino serial del “Batman” #34, recluido en la celda del Joker, la 0801. Aquel que deseaba ser anónimo.
Ahora descubrimos que el tipo matando internos es otro N.N., otro ser intoxicado por el aire de Arkham.


Todo conduciéndonos al joven Wickham. Un alma torturada, que cree estar ya muerto —la alusión al Síndrome de Cotard dice relación con una enfermedad mental que lleva al paciente a negarse a sí mismo, o a partes de sí mismo. La paranoia de la noexistencia—. Un muchacho arrastrado por trastornos siquiátricos a estos muros donde su frágil mente ha colapsado y las telarañas criminales de Arkham han cerrado su nudo en torno a su cuello para anular su razón por completo.
Pero, ¡cuidado!, no olvidemos que Duggan está constantemente distrayéndonos y si Wickham es el verdadero protagonista de esta historia —toda historia de Arkham es la historia de uno de los internos—, el actor secundario es Batman —toda historia de Arkham es la historia de uno de los internos y cómo éste interactúa con Batman—. Y Batman, o Jack Shaw, tampoco es invulnerable al ambiente del asilo.


Por ello este capítulo nos sorprende. En él encontramos un Batman que es todo rabia y agresión. Perdido por completo el sentido de detective que elogiábamos en la primera mitad de “Arkham Manor”, el Encapotado se desata acá golpeando con saña al asesino interno.
Gran efecto tiene el trazo duro, poco pulcro de Crystal. No sólo es capaz de reflejar la mente dispersa de los internos, sino que la violencia in extremis.
Es curioso que los asilos para enfermos mentales siempre cumplieron la principal función de quitar de nuestra vista a aquellos cuya presencia nos perturbaba. Como si el Síndrome de Cotard afligiera a la sociedad, que niega como si fuera inexistente aquello que no le gusta —función que hoy cumplen los ghetos, o esos barrios exclusivos por dónde no circula la gente pobre.
¿Podemos achacarle el mismo mal a Batman? ¿Niega él ser un individuo violento? ¿Es su máscara de analítico investigador sólo eso? ¿Un modo de negar, de dar por muerto su lado más salvaje y peligroso?
Aunque hoy transformado en un cliché, aquello de que “tú y yo no somos tan diferentes” gana en validez.
Batman sucumbe a la violencia y paga caro su descuido: los cadáveres de los padres de Sickham le gritan en la cara su negligencia. Distraído —y nosotros con él— no supo ver que el verdadero peligro era la inocencia corrompida, esa inocencia que es solo salvajismo latiendo bajo la piel de todos nosotros, hombres y mujeres, adultos… y niños.


La muerte nos acompaña, insomne, como versó el poeta italiano. La cuestión es cuánto tiempo la contendremos si no podemos resistir el sueño, ese Arkham que vive dentro de nosotros y que despierta al dormirnos.
“Arkham Manor”, a un número de terminar —y con un one-shot de “Endgame” anunciado—, no para de prendernos. Con un guión tan inteligente y de tantas capas de interpretación, que, quizá, en un tiempo más nos descubramos calificándolo como lo mejor de Batman que se produjo al final de su septuagésimo quinto aniversario. Sí, por encima de lo que Snyder pueda estar haciendo.


Como ha sido la regla de toda historia del Bati universo que ha llevado el nombre del infame asilo Arkham en su título…

1 Batcomentario/s:

Mariano Romero dijo...

Hasta ahora, este me ha parecido el mejor número de la miniserie. Los autores hacen un trabajo destacable. Me gusta como Duggan retrata a los personajes (ha hecho que el Mr. Freeze "New 52" me caiga bien), y Crystal tiene un estilo de dibujo muy interesante, que me gustaría seguir viendo en el Bativerso.
Muy buena la reseña, como siempre. Saludos!.