¡No me simpatizas!
Título: The Dark Side of the Street
Texto: Larry Hama
Lápices: Philip Tan
Tintas: Jason Paz
& Rob Hunter
Colores: Elmer Santos
Uno de los capítulos emblemáticos de El Chavo del Ocho es aquel en que la Chilindrina, para curarse de su resfrío —resfriado, catarro… o como
quiera que se diga al sur del país de los superhéroes—, debe tomarse un tónico
que sabe muy mal y que Don Ramón debe probar primero para que ella
lo haga luego. Solo que su papá no lo hace, sino que cada vez que va a probarlo
hace un gesto de saludo con la mano que obliga a la Chilindrina a voltear y no ver que, lejos de beberse el
desagradable tónico, su papá lo escupe para engañarla.
¿Y qué chanfles
tiene que ver todo esto con la reseña de un cómic de DC Comics? La verdad es
que, de tan largo que me resultó el primer párrafo, yo mismo casi lo olvido.
Pero la analogía es clara —o la parábola, por si hay quién se siente bíblico
hoy—:
Estamos ante un nuevo evento —¡otro más!— de la casa de Batman y asociados, al que han titulado
significativamente como “Convergence”,
o sea “Convergencia” —que también se
pueden decir en español las cosas—. Una serie de cómics que durante dos meses
transformarán el Universo DC —¡una
vez más!—, para crear el, ahora sí,
definitivo Universo DC —sí, tú,
ádale—.
Y no puedo evitar preguntarme si la editora de Sups —ya saben, el False God—, nos está
jugando la de Don Ramón, engañándonos para que nos
tomemos esta medicina que, no sé ustedes, pero a mí me late que no sabe tan
bien como quieren hacernos pensar —fíjate, fíjate, fíjate…—.
Tomemos por ejemplo este número que debería estar reseñando
hace tres párrafos atrás: “Batman: Shadow of the Bat”. Titulado
siniestramente como El Lado Oscuro de la
Calle, ni siquiera la cita Star Warstástica le salva —aunque apareciese Han Solo y Chewie en la última página diciendo “estamos en casa”, se habría
salvado—.
La historia resulta tan manida que nos suena ha leída más de
un millón de veces en otro tanto milliardo de cómics: una sórdida investigación
sobre los negocios sucios de un tal Tobias
Whale —antiguo villano de muy
discreta aparición en los cómics y protagonista de algún capítulo de la serie
de TV “Beware the Batman” —, con pinta
de ayudante del Doctor Who pero con migraña, que reúne al Bruce Wayne recién salido del tratamiento kinesiológico que le brindó Bane en la saga —perdón, ¿cómo decimos
ahora?... ah, arco…— “Knightfall” y cuyo único mérito es
traer de vuelta a Jean-Paul Valley, más conocido por estos pagos como Azrael, el que tomó el manto del murciélago tras la ciática forzada.
Pero, aparte de eso, ¿qué?
Aparte de eso, creo, la verdad es que no hay mucho. Sí, “Shadow of the Bat” tuvo su momento
durante el Knightquest. Azrael se creó su público —hasta que
los “creativos” decidieron que no existía en la realidad de los New 52—.
Pero la historia en sí que nos trae este periplo por las
calles más oscuras, no aporta nada nuevo. Sólo distraernos mientras DC intenta ordenar su casa y determinar
qué hacer con los ya no tan Nuevos 52 —¡míralo eh!, ¡míralo
eh!—.
¿Pudiera rescatarse el arte del cómic? La verdad es que el
trabajo de Tan y asociados no
sobresale de la media, aunque sí nos recuerda el estilo que se acostumbraba por
los noventa, cuando existía un cierto abuso de las propiedades del Corel o el Photoshop al colorear las imágenes —¡Miren, puedo agregarle
brillos! Pues, hazlo. ¿Dónde? ¡Por todas las viñetas!—.
De la historia, ni hablar… Bueno, ya hemos hablado mucho al
respecto.
¿Qué nos queda por delante? Supongo que la historia en sí,
porque este capítulo es una mera introducción a lo que nos espera en la parte
dos: el enfrentamiento entre la dupla Batman/Azrael
y los Wetworks —el grupillo Image creado por Choi/Portacio
para el Universo Wildstorm, que DC se empeña obstinadamente en absorber
para sus filas—, cada grupo luchando para que su versión de la Tierra
sobreviva… y para que nosotros veamos para otro lado mientras ellos ejecutan su
truco desesperado para no perder lectores con sus didiotísticas decisiones.
Lo que no saben ellos, es que la Chilindrina capta la trampa y Don
Ramón debe tomarse el amargo tónico.
Ojalá nosotros seamos capaces de pillarle el truco a DC.
¡No contarán con nuestra astucia! Oops, esa frase es de
otra serie. Fue sin querer queriendo.
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