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Título: Bargains
(#7); Broken (#8)
Escritor: Brian
Buccellato
Arte: Mike S. MIller
Colores: J. Nanjan
Ustedes que ya se han leído La Ilíada y están atentos a los paralelismos entre aquella justa de
tiempos pretéritos y la encarnizada contienda de nuestros días, seguramente
habrán disfrutado con los dos números de “Injustice: Gods Among Us” que vamos a reseñarles a continuación. Porque en ellos encontramos
la misma figura del combate entre dos individuos representantes de cada falange
y cuyo resultado en la arena determinará el triunfo de uno y la derrota del
otro.
Y como sé que debe haber unos cuantos remolones entre
ustedes que con suerte han leído el cómic y se retiran silenciosamente ante un
texto de seiscientas páginas… y sin dibujitos, resumiré a grosso modo los
acontecimientos de los capítulos #7
y #8 para que no nos perdamos entre
tanto músculo y frases para el bronce.
En un recurso que ya se va volviendo costumbre en “Injustice” —no abuses, Brian—, son raccontos los que nos están contextualizando en los hechos
actuales.
Vemos a Luthor,
parte de un triángulo algo imposible —como Moe
Sislack pretendiendo inútilmente a Marge Simpson—. Hasta que una llamada de Batman Barbanegra lo saca
de sus cavilaciones y nos lleva a pensar si los protagonistas de “Injustice” se van a dedicar todo este
año a pedirle asesorías morales al pelón, que en el #8 es Superman —¡y en
otro racconto!— quién acude a la consulta
del Doctor Corazón.
La respuesta de Luthor
a Batman, tan ambigua como lo eran
los oráculos griegos —y no podemos evitar sospechar que hay cierta
intencionalidad en Buccellato al
desarrollar este nuevo paralelismo entre épica clásica y épica comiquera—, lleva al Encapotado de Gotham ante Ares para decirle que sí, lo que lleva
a Ares a hablar con su mami Hera, quien, a su vez, va a hablar con Hyppolita… Lo que nos lleva justo a
tiempo a las afueras del Justice Hall, para escuchar cómo cada bando
elige campeón para resolver la disputa.
Del lado de Superman,
obviamente, es él mismo quién se presenta. Y del lado de Batman… ¡oh!, ¡ah!, gran sorpresa y la mejor expresión de Sups que he visto en mucho tiempo —y
que debe ser la que tiene desde que leyó en su serie regular que usó el Flare y ahora es un tipo con t-shirt dos tallas menor y a bordo de
una moto buscando la Truth—. Batman, pillín, elige nada más y nada
menos que a Wonder Woman.
Momento que queda en suspenso hasta el #8 donde somos recibidos —¡era que no!— por un nuevo racconto que nos sitúa en las afueras de
la oficina de Luthor con una
magnífica imagen de Superman
flotando en el aire —¡bravo, Miller!
Entre tanta pelea callejera, da gusto que nos recuerden que los protagonista
alguna vez tuvieron dignidad—.
En la antigua Grecia,
esa poblada de sátiros y ninfas correteando por los bosques, los oráculos eran
lugares sagrados donde gentes de todo tipo —en especial, reyes— acudían por
consejo.
El más famoso era el de Delfos,
auspiciado por el mismo Apolo —de
hecho, la isla era un erial hasta que el carabonita
nació allí y mató a una serpiente—, donde Phytia,
la pitonisa —¿ven la relación? Apolo mata serpiente pitón… Pitonisa… Así eran estos locos griegos— se sentaba sobre los
efluvios de una grieta en la tierra, caía en trance y daba el vaticinio.
Pero sus pronósticos eran de significado tan incierto que,
no importaba lo que pasase, la pitonisa siempre podía decir “es que me mal interpretaste”.
El caso más notorio es el del rey Creso de Lidia que envió
a consultar el Oráculo de Delfos
ante el avance amenazador del rey Ciro
de Persia. La pitonisa le contestó
que si conducía su ejército hacia el Este para enfrentar al invasor, destruiría
un imperio. ¡Y así fue! Solo que el imperio destruido fue el suyo propio, tras
ser derrotado por los persas…
Otro nombre que se le daba a las pitonisas era el de sibilas, y por ello hoy en día se le
llama hablar sibilinamente cuando uno no es claro en sus dichos. Griegos…
El asunto aquí es qué papel va a jugar Luthor en un futuro cercano. Su registro de antecedentes no es el
más limpio que se pueda encontrar en ninguna de las Tierras del Multiverso, y sus palabras siempre son
aviesas, escondiendo una segunda intención. ¿Por ello nos lo pinta Buccellato como el consejero de Sups y Batsy?
Con intención o sin ella, la verdad es que, tras unas
páginas, volvemos a encontrarnos con el Hall
of Justice y todos los personajes a
punto de romperse las narices a trompadas. Superman
es el campeón de su facción y Wonder
Woman —gracias a la jugada de B.—
es la campeona del otro lado. Ahora sólo queda esperar que suene la campanilla
para el primer round.
A poco de comenzar La
Ilíada —más precisamente en el Canto
III—, Menelao, esposo de Helena, reta a Paris a batirse en duelo para definir al vencedor —recuerden que la
acción está situada tras diez años de sitio—. El príncipe troyano, que es un
cobarde de primera, retrocede y es su propio hermano, Héctor, quién lo increpa —“ ¡Miserable Paris, el de más hermosa figura, mujeriego, seductor!
Ojalá no te contaras en el número de los nacidos o hubieses muerto célibe. Yo
así lo quisiera y te valdría más que ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos!”
(versos 39-44)—, tras lo cual lo empuja al campo de batalla.
Si alguno está pensando en la película Troya, mejor quédese callado y no pase por tonto. En la realidad no
hollywoodense, Paris tiembla y es fácilmente derrotado por Menelao. Y sólo se libra porque Afrodita, la diosa del amor, le envuelve en una nube y le traslada
a su dormitorio, al lado de la suelta de cascos Helena. Menelao
sobrevivirá hasta ver caer la ciudad y volver a su tierra con su esposa, quien
más tarde dirá, toda suelta de cuerpo, que su “corazón se alegraba,
porque ya ansiaba regresar rápidamente a mi casa y lamentaba la obcecación que
me otorgó Afrodita cuando me condujo allí lejos de mi patria, alejándome de mi
hija, de mi cama y de mi marido, que no es inferior a nadie ni en juicio ni en
porte.» (La Odisea, Canto IV)
En “Injustice”, donde los protagonistas son
todos redomados héroes, pero tienen menos honor que el quejica Paris, en vez de comenzar la justa, se
enfrascan en una pelea de lo más ordinaria que sólo el rayo del poderoso Zeus detiene.
Entonces
sobreviene el real enfrentamiento. Dos verdaderos dioses que caminan entre
nosotros. Superman contra Wonder Woman. Y aquí el encuentro más nos recuerda el enfrentamiento entre
Aquiles y Héctor, que cierra La Ilíada.
Al igual
que Aquiles, Superman lucha por prevalecer, por prolongar su gobierno, su nombre
—Aquiles alcanzaría la fama eterna,
pero una corta vida—. Y Wonder Woman, al igual que el noble Héctor, se ve obligado a luchar por el
honor, por una causa mayor, aún a pesar suyo.
“Injustice” ha girado entre dos entes: Superman y Batman. Son sus actos y sus motivaciones los que han determinado la
gran mayoría de los acontecimientos. Superman,
en ese sentido, es Paris que ha
raptado a la libertad. Y Batman es Menelao que lucha por recobrarla. Pero
los esfuerzos de Batman siempre han
sido inútiles porque Superman tiene
la protección de su invulnerabilidad, como si una diosa pudiese apartarlo del
peligro.
Pero ahora,
al final de estos dos capítulos de “Injustice”,
los tipos y los antitipos se han desplazado para mostrarnos otro enfoque de
esta guerra injusticiera. Quizá una
indicación de que hay motivos ocultos que recién ahora empezarán a aflorar. Tal
vez el juego sibilino de alguien en las sombras que, vez tras vez, ha estado en
uno u otro bando, influenciando y cambiando, quizá, el curso de la historia.
Ahora, Superman es Aquiles y Wonder Woman, Héctor. Y sus motivaciones son la fama
y la ciudad. El yo, y los otros. ¿Qué facción prevalecerá?
Quizá sea
momento de prestar oídos sordos a los oráculos que hacemos y simplemente
sentarnos a disfrutar de la pelea entre Sups
y WW. Que eso también es otra
opción… y más divertida.
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