I’M GOING TO
CHANGE THE WORLD
Título:
Fallen (Historia en tres partes)
Historia:
J.M. DeMatteis y Bruce Timm
Guión:
J.M. DeMatteis
Arte y
Colores: Moritat
La historia de Superman, el clásico, el padre de los superhéroes, ha sido tan
irregular como la de la mayoría de los personajes de capa y muchos músculos.
Desde las más altas cotas de la popularidad, hasta el borde de la cancelación a
principios de los noventa.
Durante más de setenta y cinco años, el Hombre de Acero enfrentó a la más
poderosa galería de súper villanos del mundo de las historietas: científicos de
mentes geniales devenidos en magnates aviesos como Lex Luthor, coleccionistas de mundos transformados en eventos
cósmicos como Brainiac, versiones
torcidas de sí mismo con problemas de lenguaje, duendes venidos de la Quinta Dimensión con nombres consonánticos, días del juicio imparables y
éxito de ventas, cyborgs con corazón de kryptonita, junto a un interminable
etcétera…
Y siempre salió victorioso. Hasta… Hasta que
se enfrentó al único enemigo invencible: DC
Comics, que usando su terrible arma New 52,
acabó por hundir al campeón de la Justicia y la Libertad (“y el american way of life”, como rezaba la introducción de la serie
televisiva de los cuarenta).
Si el personaje ya venía alicaído, condenado a
la estar a la sombra de Batman, la
versión que nos ofrecieron desde el reboot
del 2011 simplemente lo redujo al rango de broma mal gastada.
Los principios por los que se regía, su
estricto código de conducta, su hermosa humanidad… Todo quedó relegado para
ofrecernos un alienígena empeñado sólo en golpear, derrotar y pasar al siguiente
enemigo. Ni siquiera un excelente arco como “H’El on Earth”, o uno penoso como “Doomed”, consiguieron recuperar algo del status propio del decano de
los superhombres.
Superman se precipitó en caída libre y, para más remate, su nuevo poder, Flare, lo redujo a un estado penoso que,
iniciando la nueva etapa de DC
—llamada DCYou, para más inri e
inquina, que para las dos expresiones alcanza la afrenta—, lo tiene montado en
una moto, de camiseta y jeans, al más puro estilo Tom of Finland. Kryptonita directo a la vena.
Este es el escenario que recibe a un nuevo Superman, una nueva encarnación o un
nuevo acercamiento al Último Hijo de
Krypton —título más bien simbólico a esta altura, con tanto kryptoniano que
también sobrevivió—.
La reacción debería ser, más bien, de
escepticismo, dada la historia clínica que hemos repasado someramente —y que
seguramente se queda corta—, pero este nuevo Superman tiene a un hombre tras de sí que cualquier buen seguidor
del Universo DC venera con respeto:
Bruce Timm.
Y decir Bruce
Timm, es decir que el producto que
se nos entrega tiene una cota de calidad y de amor que se traduce en buenas
historias.
Huelga aquí, entre seguidores de Batman, hablar de la importancia de “Batman: The Animated Series”, que no sólo es uno de los puntales que tiene a
nuestro Caballero Oscuro como el principal personaje de DC hoy en día, sino que impulsó una
nueva mirada sobre los dibujos animados de superhéroes y el tipo de historias
que se podían contar por medio de la animación. Efecto que alcanza incluso a La casa de las Ideas.
¿Estamos ante un fenómeno parecido con este Superman?
Tres cortos animados y cuatro mini-series digitales, amén de una película, ya nos tienen convencidos de que esta es la
gran oportunidad de rescatar a Superman
y devolverlo al sitial de honor que se merece como personaje clave en el mundo
de los superhéroes.
Esta nueva versión, enmarcada dentro del
título “Justice League: Gods and Monsters”,
es diametralmente opuesta al Superman
tradicional, pero resulta ser el mejor homenaje que se ha hecho al Ciudadano
Nº1 de Metropolis. Porque Timm no se limita a colocar al
personaje en un nuevo escenario —recurso ya visto en muchos Elseworlds—, sino que lo redefine al
cambiar su naturaleza y sus motivaciones.
Este Superman
no es Clark Kent, ni tampoco Kal-El criado por otra familia. Aquí
estamos ante otro hombre que, de niño, logró ser el único sobreviviente de su
extinto planeta Krypton al ser
enviado a la Tierra por su padre, el General
Zod. Y este hecho, más allá del significado evidente, le sirve a Timm para replantearnos lo que
significa ser un superhombre.
Otros acontecimientos cambian: ya no es una
familia utópica de granjeros del oeste estadounidense—wasp, como se les suele llamar; white, anglo-sajon, protestant—,
encarnando el ideal romántico del norteamericano. Aquí es acogido por una
familia de “espaldas mojadas”, mejicanos que han cruzado la frontera en busca
de un sueño que, sabemos, nunca encontrarán. Son los Guerra —y podemos estar seguros que su apellido no es una elección
al azar— y quien nos introduce en este cómic es la hermana de nuestro nuevo Superman. Es Valentina quien nos habla de su hermano Hernán Guerra —tal es el nombre del niño kryptoniano— y es
inevitable que el nombre de la niña nos recuerde a Valentine, la hermana de Ender
Wiggin y cuya presencia —o ausencia—
definen de gran modo al protagonista de “Ender’s
Game”, niño que, en gran medida, nos recuerda a Hernán al enfrentar conflictos de conciencia muy parecidos.
¿Coincidencia? ¿Hilar demasiado fino? Con Timm
prefiero pensar que hay premeditación.
La infancia de Superman en esta nueva realidad no es del todo fácil. No sólo se
enfrenta al hecho de vivir marginado por su condición de inmigrante y de ser
explotado por los blancos granjeros tejanos, sino que su naturaleza casi divina
le obliga a reprimirse en todo momento.
Hasta que todo lo malo, todos los golpes que
ha recibido, le llevan a decir basta y alzarse como un luchador y hacer la
guerra contra las injusticias de las que ha sido testigo y víctima.
Se invierte aquí el sentido del sueño
americano, tan caro a las raíces del Superman
original. Este Superman crece viendo
la maldad en la gente y, aunque se demora, encuentra su propio camino en
búsqueda de la justicia.
Memorable se torna, entonces, las palabras de
su hermana, cuando él asume este destino que su amada madre terrestre tantas veces
le predijo: I know that it can be a dark
world… and perhaps it takes a man who understands that darkness to make it a
better one.
Hernán Guerra, Superman, el hijo de Zod que llegó a la Tierra y fue criado
por inmigrantes mejicanos, resulta, por oposición, el mejor acercamiento que se
ha hecho al Superman tradicional, el
más honesto. Y quizá la importancia que pueda llegar a tener “Gods and Monsters”, redunde en el regreso
del superhéroe por antonomasia, el que admirábamos de niño, el que hoy ha sido
derrotado por la industria comiquera misma.
Saludamos, por lo tanto, este nuevo trabajo de
Bruce Timm. Esperamos mucho de él y, desde ya, podemos decir que no nos
defraudará.
“Justice League: Gods and Monsters” se nos vislumbra como una historia
dura y auténtica, con un Superman
que, no solo en esta mini-serie “Fallen”,
sino también en el corto “Bomb”, empieza a alzarse como el personaje más
importante de la trinidad que funda esta Liga.
Gracias, Timm,
por devolvernos la fe en Superman.
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