Reseña: “Injustice: Gods Among Us - Year Four” #15 y #16

SECRET (OR NOT TOO SECRET) ORIGINS

Título: Exile (#15); God of War (#16)
Escritor: Brian Buccellato
Dibujante: Bruno Redondo (#15); Tom Derenick (#16)
Tintas: Juan Albarran (#15)
Colores: J. Nanjan (#15); Rex Lokus (#16)

¿Queríamos acción? ¿Nos quejábamos del aire de inercia queda (¿?) que había adoptado “Injustice” en sus últimos números? ¿Comenzábamos ya a efectuar libaciones a los altos dioses —Barbatos incluido— para que Taylor volviera a sentarse a escribir el título?... ¡He aquí la contundente respuesta de Buccellato y compañía! Estos dos números que comenzamos a reseñar right now han significado una bocanada de energía al cómic digital más descabellado y auténtico desde la nefasta inauguración de los New52… y cuyo funeral fue un par de meses atrás… y cuyo relanzamiento DCYou ya comienza a hacer aguas —calma,calma, dicen Didio y Lee ante un tsunami financiero más grande que el que cierra el número #16 de “Injustice”.


Y en un medio donde ya nos hemos acostumbrado a ver a Sups y Batsy dándose trompadas, rodeados de sus propias cohortes de súper musculosos reventándose las cabezas, la revitalización de la franquicia no puede venir sino de un lado, de los convidados de piedra de este cuarto año: los dioses griegos… que, ya han descubierto ustedes, son aun más bellacos y veleidosos que los niños consentidos de DC.
Porque ha llegado papá a poner orden en la casa.
Sí, el mismísimo Dios de Dioses, el Amontonador de Nubes, el Tonante, el Padre Olímpico… Zeus —cuyo nombre, curiosamente, es una desinencia verbal de Theos. Y Theos en griego significa Dios. O sea, el dios Dios. Bastante pobre la imaginación de los helenos a la hora de darle nombre a su dios más importante—.
Justo cuando Captain Marvel hace su entrada victoriosa —y un poco después de la muerte de Heracles—, el héroe shazamístico es detenido por Zeus quien lo restituye a su forma de niñito. Una especie de “notevengasconatrevimientosniñatomalcriado”. Cosa que no le sienta nada bien a la sobrevalorada Harley Quinn, que tiene otros planes más lúbricos para la versión crecidita de Billy Batson.


Pero dios es dios y Pliff Pum Plaff, vemos desaparecer a la eterna novia del Joker. ¡Eso es hacer las cosas a la manera de un dios!
Sin embargo, Zeus está haciendo ejercicios de calistenia apenas. Como quien dice, un estiramiento antes del desayuno.
Porque es la hora de la hija descarriada: como todo buen padre —bien, a la manera en que los dioses griegos eran padres… y buenos…—, Zeus le ordena a Wonder Woman —no olviden que hoy por hoy, la amazona es hija del susodicho y no mero barro moldeado— que abandone a ese pelafustán buscapleitos llamado Superman. Y ella, como toda hija contrariada, se niega. Pero la palma de la mano de Zeus es una gran palma. Una que es capaz de contener destructivos rayos. Así que Wowo agacha el moño y se cuadra al lado de Batsy. Lo que nos permite tener una de esas grandes escenas a las que nos tiene acostumbrado “Injustice”, esta vez de la mano de los lápices de nuestro preferido Bruno Redondo, siempre secundado por Albarran y Nanjan. No más de tres viñetas que, sin necesidad de diálogo, resultan más contundentes que muchas páginas a las que nos tienen acostumbrados los títulos de la continuidad oficial de DC —sí, sí. Hablo de continuidad en sentido metafórico—.


¿Nos resultó poco eso? Neh, aguántense en sus lugares que aún nos falta ver a Sups dimitir y marcharse sólo para encontrarlo al final del número #15 —maldito kryptoniano— junto a Ares y Luthor. ¡Malos presagios auguran los oráculos!
¿Mencioné a Sinestro? Dejémoslo para otra ocasión, cuando su agenda secreta empiece a revelarse del todo, porque aún nos queda el número #16… Y ese número aclara muchas cosas respecto a los acontecimientos de este año injusticiero. Sabemos, por ejemplo, cuál es el origen de Ares el dios de la guerra —aquí tienen ustedes que hacer sonar en sus cabecitas de comiqueros empedernidos la música de Gustav Holst para el planeta Marte de su suite de Los Planetas… ¿lo hicieron?... continuemos…—.
¡Pero un momento! Como ustedes ya se habrán dado cuenta en la lectura complementaria de estas reseñas —me refiero a La Ilíada. Supongo que a esta altura ya la están leyendo por segunda vez… Bien, así se hace. Para que nadie les diga que no saben leer otra cosa que dibujitos—; los dioses griegos de “Injustice”, a ratos, se distancias bastante de las divinidades reales, haciendo o diciendo cosas que para el más neófito mitólogo —que anda muy cerca del mitómano— suenan a verdaderas herejías. Y el caso de Ares no es la excepción.
La mitología no habla mucho de él, a decir verdad. Sólo se nos menciona que fue uno de los tres hijos que el matrimonio Zeus/Hera tuvo —junto a Hebe, que se transformó en esposa de Heracles tras la epifanía del musculín; e Ilitia, que era la encargada de asistir a las mujeres al momento de dar a luz—. Cosa que es bastante notoria per se: todos los demás olímpicos son hijos de aventurillas de papá fuera de la alcoba nupcial. Sabemos también que era el dios de la guerra. Y que en la guerra de Troya se mostró como un verdadero quejica que se fue llorando tras las faldas de mami luego de que Atenea le diera su merecido en medio de la batalla. Ah, sin olvidar la anécdota tragicómica que un aedo canta en La Odisea” de cuando Ares tuvo amores con Afrodita y Hefaistos, marido cojitranco de la beldad, los descubrió y expuso ante los demás dioses.


Y pare de contar. Ése es Ares. Bastante mediocre dentro de la corte olímpica.
Pero en “Injustice”… En “Injustice” todo debe ser épico. Y el origen de Ares no podía ser menos.
El hijo mal querido de su padre —aunque, no podemos hacer la vista gorda, Zeus nunca fue muy buen papá—, que no comprende a su progenitor y que se empeña tozudamente en dar pelea por lo que sea hasta que papito le dice ¿te gusta pelear? pues ¡toma!; y lo transforma en el dios de la pelea… o la guerra, sembrando las semillas de un odio parricida que conducirá al maldito vástago en un derrotero siniestro para… O algo por el estilo. Lo que resulta extraño es que su armadura se volviese negra. Hubiera quedado mejor en rojo, ¿no creen? El negro es luto y tenebrosidad. El rojo es violencia y sangre.


Todo comienza a encajar. Acercándonos al último tercio de “Injustice”, el panorama empieza a aclararse y las verdaderas fuerzas tras los recientes acontecimientos se manifiestan más claramente. Ares quiere vengarse de papá. Aunque arrastre a Sups y Batsy en su intento.
Lo bueno es que estamos en primera fila y el cliffhanger del número #16 nos vaticina la incorporación de nuevos y húmedos protagonistas a la contienda. Pero eso, amigos seguidores del Blog de Batman, lo descubriremos en la siguiente reseña.

Por ahora, regocijémonos con este nuevo aire en “Injustice”, por el drama shakesperiano que se nos avecina y por los muertos que vendrán. ¡Seh…!

Comentarios