A como sugiere la portada, “Black Canary” #4 es en realidad “La historia secreta de Bo Maeve” #1, pues la cantante (ahora
secuestradora) le relata su pasado a una sorpresivamente tranquila Ditto, mientras
la conduce a un encuentro con el suyo.
Brenden Fletcher nos pinta un cuadro compasivo de Maeve a través de los retazos
retrospectivos que muestra. Una mujer empecinada con ser la mejor, enamorada de
la música desde pequeña y dispuesta a dar sangre, sudor y lágrimas por triunfar
en el medio. La pregunta es, ¿qué tan distorsionada esta esa versión del ayer
que nos muestra Fletcher por el punto de vista de la chica?
Pero en el presente, Bo Maeve tampoco parece ser una mala
persona. Apartando el hecho de que secuestro a Ditto (un gran hecho), se lleva muy bien con la niña, jugando y bailando con
ella en lo que es básicamente un viaje de conexión por la carretera.
Maeve es un personaje trágico, su desesperación por alcanzar
el éxito con el que tanto ha soñado la ha llevado a contemplar extremos de los
que no podrá volver. Maeve hizo un trato con el Diablo: la vida de Ditto a
cambio del tipo de talento con el que le robaron a su vieja banda. El talento
de los poderes de Dinah otorgado por la diablesa Amanda Waller.
Ditto es devuelta a las manos que la usaron para crear monstruos
como ofrenda por Maeve para que se le permita volverse uno. Al final de este
número la ex–vocalista de “Alas Insane”
(ahora Black Canary) se cruza al lado de los meta humanos.
Dinah se mantiene siempre un paso atrás de Bo y Maeve, con
el rol de nuestra heroína reducido a una persecución futil en la que no llega a
ser mucho. Ni siquiera tiene el honor de rescatar a Ditto de las garras de
Waller, ese trabajo es relegado a una misteriosa ninja rubia que viste toda de
blanco. Bueno, al menos Frankie, la BFF hacker de Barbara Gordon, tuvo un cameo
este mes.
Annie Wu toma una pausa de sus deberes como dibujante y le
entrega las llaves del reino a Pia Guerra, cuyos lápices bajo los colores de
Lee Loughridge no difieren mucho del estilo de Wu. Sus trazos son un poco más
detallados, con sus personajes viéndose un poco curvos y tridimensionales. Donde
Guerra se supera a sí misma es en el uso de sombreado para resaltar una figura,
lo cual podemos ver en la genial motocicleta que adorna el primer splash-page del
número y cuando Ditto esta una vez más frente a Waller y su gente, con el velo
de la noche cubriendo sus fechorias y los faroles de los autos a sus espaldas
resaltando sus sombrías figuras.
El tema que corre a lo largo de “Black Canary” #4 es el mérito del trabajo duro y la dedicación en
un arte en contra del talento natural (o más bien, el talento dado por
experimentos genéticos). Al final Fletcher no parece estar de acuerdo con que
una unión de ambas cosas no es la combinación correcta, pues la escena que insinúa
la transformación de Maeve en alguien con talento, tiene claramente el tono del
nacimiento de una abominación. Tal vez lo que Fletcher nos quiere dar a
entender es que algunos dones no son para todos.
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