Los
Anuales son todo un tema. Cada vez que sale un nuevo
Anual Batmaníaco nos alegramos porque significa que tenemos más material para leer sobre los personajes que tanto nos gustan pero, por otro lado, siempre tratamos de ser cautos a la hora de abordar estas lecturas pues sabemos que generalmente no aportan nada a la historia principal de su "serie madre", por lo cual suelen ser una pérdida de tiempo y en especial de dinero. Por fortuna los guionistas
Tim Seeley y Tom King lograron construir un relato autoconclusivo que vale la pena a pesar de no ser esencial y además mantienen la calidad a la que ya nos tienen acostumbrados. No cualquiera, eh.
Si leyeron
"Grayson" #12, cosa que ya todos deberían haber hecho porque es un
numerazo, sabrán como viene la mano:
Dick intentó renunciar a
Spyral pero se dio cuenta que no podría librarse de ellos tan fácilmente, así que viajó a
Gotham para reencontrarse con la
Bati-Familia y urdir un plan que le permitiría estar un paso adelante de esta implacable organización de espionaje, para luego volver a retomar el rol del
Agente 37. Sin embargo, antes de abandonar la
Ciudad del Murciélago, nuestro protagonista se encontró con
otro viejo conocido, uno que solía usar mayas azules y una capa roja.
Los
New 52 no solo nos sacaron muchas, muchísimas cosas del
Universo DC que todos queríamos y conocíamos, sino que tampoco se tomaron el tiempo para explorar otras tantas como, por ejemplo, la particular relación de amistad entre
Dick y Superman. Cuando uno piensa en ellos se da cuenta que son personajes completamente opuestos, uno es un trapecista que se convirtió en vigilante y el otro es un alienígena con superpoderes, entonces vale la pena preguntarse en base a qué surge su química. En resumidas cuentas creo que todo se debe al optimismo y a la grandeza que ambos representan, pues
Superman demostró que incluso un Dios puede ser humano y compasivo, mientras que
Dick logró superar todas y cada una de sus tragedias para convertirse en una mejor versión de sí mismo. Lo curioso es que aquí estos principios quedan completamente anulados como consecuencia del cambio que cada uno enfrenta actualmente, haciendo de ésta una aventura entre dos extraños que en cierto modo terminan por reencontrarse entre ellos pero, sobre todo, a sí mismos.
Los primeros momentos de su reencuentro son desopilantes e inclusive conmovedores, demostrando que
Superman tranquilamente es capaz de ser el típico tío buena onda del
DCU cuando no está loco de poder y matando a todo el que se le cruza por adelante. Pero como lo bueno dura poco, todo se va al demonio cuando los ataca
El Puño de Caín, un culto de asesinos que suman puntos de acuerdo a sus víctimas y así van escalando posiciones dentro de sus filas. Si están familiarizados con la serie, ya deberían conocerlos. Cuestión que su enfrentamiento con estos psicópatas deriva en una persecución motorizada a lo largo de
Ciudad Gótica y un encontronazo con
Blockbuster, un villano al que
Batman, Robin (Dick) y Clark habían enfrentado en el pasado. ¿Cuál era la novedad? Que ahora el
Puño de Caín consumía la sangre de
Blockbuster para obtener superpoderes. Costumbres sectarias...
Viendo que la cosa se había puesto por demás de peluda,
Dick y Clark se refugian en uno de los escondites abandonados de
Batman solo para darse cuenta que no tenían ningún plan de contingencia. La única alternativa era construir un complejo aparato que anularía la fuerza de sus enemigos basándose en un diseño del
Encapotado y no les quedó otra más que acudir al malvado
Lex Luthor, confiando en que su constante sed de superioridad lo obligaría a ayudarlos. Con los malhechores en custodia de
BatGordon y el G.C.P.D.,
Dick y Clark reflexionan un poco más sobre
lo distintas que son sus vidas ahora. Eventualmente, con el amanecer de fondo, abandonan la ciudad.
Como dije en el comienzo de la reseña, puede que este relato no sea indispensable para el desarrollo de
"Grayson", pero vaya que hizo un excelente trabajo estableciendo de una vez y para siempre la relación entre los protagonistas. Leerlos como
dos amigos de toda la vida que volvían a encontrarse después de un largo tiempo sin verse me produjo una nostalgia tremenda, sin mencionar que el flashback inicial estuvo ejecutado de forma notable. Otro detalle que no me esperaba era el trasfondo secreto tras el origen de
Nightwing. Quiero decir, en la continuidad anterior todos sabíamos que
Dick se había inspirado en l
a leyenda kryptoniana de Nightwing y Flamebird para crear su identidad
post-Robin, pero sinceramente no me imaginé que esto siguiera vigente. Sin dudas fue un buen detalle, uno de esos que parecen pequeños pero que en verdad engrandecen a los personajes.
En esta ocasión el encargado del guión fue
Tim Seeley y los que vienen siguiendo la serie o hayan seguido
"Batman Eternal" saben que es un escritor sumamente particular. ¿Por qué particular? Pues porque tiene la brillante capacidad de escribir historias donde la acción, el drama y la comedia se complementan a la perfección, creando un panorama ideal para este tipo de peripecias que no necesariamente tienen que ser tan oscuras. Junto a él tenemos a
Álvaro Martínez y Raül Fernández, equipo artístico que también participó en
"Eternal" y que continúa luciéndose cada vez más en el
Bativerso. Si bien su estilo difiere de la estética característica de
Mikel Janín, su trabajo conjunto le aportó
un dinamismo y una energía descomunal a estas páginas, en especial gracias a la impecable composición y a la cinematografía de ciertas secuencias. Y como si no fuera suficiente,
Martínez y Fernández volverán a la franquicia para ilustrar un par de números de
"Batman and Robin Eternal", así que un servidor no podría estar más contento. Por último pero no por eso menos importante, quería mencionar al colorista regular
Jeromy Cox, cuya paleta de colores aporta
una sensación de continuad visual más allá de la ausencia de
Janín.
Sean o no sean seguidores de la serie, definitivamente les recomiendo que lean este
Anual. Créanme que, con tanta basura flotando en la industria hoy en día, vale la pena tomarse un tiempito extra y gastar unos billetes de más por
un producto de calidad garantizada.
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