A beautiful friendship
Título: 2: Prague
Historia: Matteo Casali y Brian Azzarello
Arte: Giuseppe Camuncoli
Portada alternativa: Giuseppe Camuncoli
El Karlu̇v Most, el puente peatonal del rey Carlos I, es quizá el más famoso de los
siete puentes que atraviesan el río Moldava,
y que comunica el sector oriental con el occidental de la capital de la República Checa, Praga; el último
destino de la más imposible pareja de los cómics de superhéroes.
Y este número dos de “Batman: Europa”, firmado ahora sólo por
italianos —uno de ellos, por lo menos, con apellido de tal—, abre sus fuegos
con una escena crítica situada justo en este puente de más de trescientos metros
de longitud.
Dos números y ya amamos “Batman: Europa”. ¿Por qué?
Porque su historia rezuma talento europeo, cuna del mejor
cómic que el Noveno Arte haya producido.
En un continente donde cada país supo dotar de una identidad
única a sus libros de historieta, el fumetti
posee una identidad tan propia que, sólo por ello, ya “Batman: Europa” puede
posicionarse como una luz en el siempre sombrío mundo de nuestro Encapotado
favorito.
Pero es el arte de Camuncoli,
por sobre todo, lo que logra tocar nuestra fibra más íntima de amante de los
cómics: en el número anterior ya nos había sorprendido con su layouts —que bien podríamos definir como
los esbozos de página, en que el artista planifica la distribución de cada
viñeta en función de la historia contada—, que Lee supo definir bellamente junto al color de Sinclair.
Ahora es el arte en su totalidad, el que Camuncoli nos regala con páginas
dotadas de una sensación de movimiento y levedad, pero a la vez de profundo
peso que ni siquiera en su paso por el título de The Superior Spiderman y otros títulos de Marvel Comics y de Hellblazer
en Vertigo Comics, llegó a exhibir.
Sí, Camuncoli
conoce del mainstream del cómic
estadounidense, se mueve con soltura dentro de la producción masiva y comercial
de viñetas. Pero, al mismo tiempo, sabe rendir tributo a la tradición heredada,
como, para nuestro regocijo, hace en “Batman: Europa”.
Sin embargo, “Batman: Europa” no es sólo buen arte, es
también una muy buena historia.
Tal y como reseñábamos al inicio, este número abre con una
escena final: Batman a punto de ser
derrotado por un Golem de madera
imparable, mientras el Karlu̇v Most arde. Será por lo tanto, el resto
del capítulo, un racconto que nos llevé
de vuelta a la viñeta primera.
En el primer número de “Batman: Europa” ya advertimos que toda la
historia, contada desde el punto de vista de Batman, es un gran flashback.
Son sus recuerdos, los de un hombre derrotado, un superhéroe moribundo.
Unida a la pareja protagonista, una temerosa Nina —la hacker que logró infectar a la
mismísima Baticomputadora— se pasea
en medio de la plaza de la Ciudad Antigua, a la vista del Palacio Golz-Kinský
y el mundialmente famoso reloj astronómico del edificio del Ayuntamiento. El objetivo es localizar
al enemigo último, de quién sólo sabemos que se hace llamar Trojan Horse; pero en medio de un carnaval en el que todos lucen disfraces,
¿cómo saber dónde acecha el peligro?
Desde las alcantarillas de la ciudad, Batman y The Joker, infectados, monitorean los
errantes movimientos de la mujer, prestos a intervenir. Y cuando el ataque se
produce, reaccionan… O, más bien, es The
Joker quién reacciona. Justo después
de referir que se siente como un sidekick
sin las pantaletas brillantes —el humor es muy agudo en “Batman: Europa”—, salta a
la acción como un intempestivo Jason
Todd —lo que resulta una sutil
ironía en sí misma, como reconocerá el más neófito Batfan—.
Batman, un hombre
agobiado en esta entrega, sólo puede correr tras él y llegar a la plaza no sólo
para encontrar a un grupo de mortíferos robots de madera, sino al propio Joker actuando con mayor decisión y
claridad que él mismo —lo dijimos, un Todd
de la vieja escuela—.
Este es un aspecto que resulta refrescante en las páginas
del cómic de marras: el virus no sólo los ha igualado —not yours or mine, but our
fate, sentencia de modo demasiado lúcido The Joker—, si no que
estamos asistiendo a una suerte de cambio de papeles. A ratos, Batman parece el comparsa del Payaso —y el final mismo nos deja a The Joker como el héroe—.
Nina la hacker es
secuestrada por los autómatas y no podemos evitar pensar que Batman mismo, con su vacilación, es
culpable de ello.
The Joker, obviamente, saca provecho de
ello.
Y la idea de que, al acercarse la nefanda muerte, Batman se mueve en terrenos que lo
descolocan, mientras que su némesis devenida en partner adquiere la claridad de quien se ha paseado en los bordes
mismos de la locura toda una vida; no nos parece tan descabellada.
¿Cómo termina todo? Praga,
la ciudad del mismo Kafka, la ciudad
donde alguna vez —en el lejano 1968— el pueblo intentó alzarse contra el
opresor comunismo —la Primavera de Praga,
fuertemente reprimida desde Moscú—;
nos sirve de marco perfecto para ver al mundo arder en torno a Batman: dirigidos a la tienda de un
juguetero, debe enfrentar a un gigantesco Golem
que no vacila en tragarse a The Joker y, luego, arremeter contra el Caballero Oscuro.
Praga, por su
historia, por sus tragedias, es una ciudad fundada en el fuego, y Casali lo sabe muy bien. Usa el
contexto para relatarnos la caída del Murciélago.
Como dijimos, será The
Joker quién resulte victorioso en
este encuentro. Como Praga siempre
buscó formas de salir adelante, la vida está tomando misteriosos rumbos para
permitir que, tras su descenso, Batman
pueda alzarse, aunque acabe debiéndole la vida a The Joker en el proceso.
Por todo esto, ya amamos “Batman: Europa”.
Porque en las adecuadas manos —italianas, no nos cansaremos
de repetirlo—, una historia que podría haber resultado predecible, se está
transformado en una hermosa travesía que llevara a Batman a límites que nunca ha experimentado, colocando su propia
salvación en manos de su archienemigo The
Joker.
Se nos anuncia París para la siguiente entrega. Y “Batman: Europa” ya nos parece un gran road-comic. ¿Qué más encontrarán en el camino
tras la huella del misterioso Trojan
Horse y la cura para el mortal virus
que los carcome?
No nos queda más remedio que esperar y, en el intertanto,
volver a releer los dos primeros capítulos de “Batman: Europa”; actividad
que, parece, volveremos a hacer vez tras vez.
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