Al principio de “Black
Canary” #8 la banda debe lidiar con las consecuencias de la batalla en el estadio de Gotham: la desaparición de Dinah y Kurt (de nuevo), y la estremecedora
identidad de Ditto, tan peligrosa que debe ser mantenida en secreto.
Tanta gente perdida no le hace gracia a la policía de Gotham,
que interrogan ferozmente a lo que resta de la agrupación hasta que son
salvados por los abogados de la disquera, quienes les dan su próxima misión en
nombre de Kurt: encontrar a Dinah en Berlin.
Black Canary empieza un nuevo arco argumental con una nueva
gira por Europa, mientras su vocalista busca información sobre su madre dentro
de las fauces de un culto ninja, bajo las ordenes de la misteriosa ninja
blanca, quien resulto ser su tía no su hermana (lo que suponía). Pero a como
señalan más adelante, no hay evidencia que le respalde y, con los antecedentes
de esta serie respecto a viajes en el tiempo, no me extrañaría que resultara
ser una versión mayor de Dinah.
El escritor Brenden Fletcher gira los engranajes de la serie
lejos del enfoque musical de la primera historia hacia el género setentero de
las artes marciales que influenció la evolución del personaje durante esa
década. Ninjas que ocultan sus rostros tras mascaras satánicas con cachos de
cabro y lenguas de serpiente al servicio de una señora de cabello platinado tan
efectiva que ha encarcelado a Vixen y tomado posesión del collar que le otorga
sus poderes animales.
¡Ah si, Vixen aparece en esta historieta! Entablando amistad
con Dinah tras las rejas, señalando sus similitudes y batallando juntas en
busca de la libertad. El pequeño detalle es que la señorita Lance se dejó
capturar a propósito para conseguir información sobre el paradero de su
progenitora. Pero el ímpetu de Vixen por escapar fragua sus planes, pues la
chica falla tan monumentalmente en huir que no le queda otra más que
intervenir. Igual ¿quién se cree esa ninja blanca que es?
Sandy Jarrell es la artista del mes y definitivamente no se compara con Annie Wu. No lo tomen a mal, su arte sigue la estética influenciada por Wu y Pia Guerra
lo suficiente como para no resaltar en un TPB, pero sus escenas de acción son
deslucidas, faltándoles ese “¡uff!” especial de Wu que la ha hecho resaltar entre
los nuevos talentos jóvenes de la industria.
“Black Cannary” #8 acaba
con Dinah comprando un boleto de regreso a Gotham en lo que la banda (más su
nueva guardaespaldas, Bo Maeve) arriba a Berlin y a las fauces del culto de
ninjas satánicos de los que acaba de escapar.
¿Existe algún musical sobre Karate? Porque, de ser una obra
de teatro o una película, esta nueva historia llenaría ese vacío. Pero el medio
es el arte secuencial, en el cual a veces cuesta trasmitir con éxito el arte
musical pero se le hace mucho, mucho, mucho más fácil el arte marcial.
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