¿Es “Black Canary” #9
la historieta de relleno perfecta?
Vacilo en darle ese título, pues algunas de las razones por
las que me entretuvo van de la mano con mis gustos personales, como la bella
portada de Guillem March y que el nombre de la historia sea el título de una canción de los Smiths. ¿Pero la otra mitad? La otra mitad es objetivamente buena.
El equipo creativo regular ha desaparecido, y en su lugar el
guionista Matthew Rosenberg y un Moritat sorpresivamente genial (recientemente
me topé con un lado poco halagador de su arte en "Batgirl") toman las riendas del
libro. El resultado es una historia que, a pesar de ser inconsecuente, es
inmensamente entretenida y cautivadora.
La primera página es una promesa, no, ¡una declaración!
de Rosenberg y Moritat sobre el espíritu de esta historieta: El rostro de Dinah
rodeado por una cabellera fuera de control tal fuera una pintura de Roy
Linchestein con problemas de ira, reta a los lectores a una faena con ella.
Nuestra heroína esta lista para la violencia. Siendo exactamente lo que
encuentra en las siguientes veinte y tanto de hojas.
Antes de los extraterrestres, los espías, los ninjas y las
criaturas compuestas de sonido viviente. Black Canary realizó un concierto
secreto para el cumpleaños de su mayor admiradora, Julia Madden, hija de Alegra
Madden, nieta de Carmine Falcone.
Para desgracia de Dinah, a este evento privado asistieron
luminarias de Gotham como The Whale, Profesor Pyg, Black Mask y Hugo Strange. Además
de unos cinco, tal vez seis, asesinos tras la cabeza de la adorable chiquilla.
Rosenberg se divierte con la moral comprometida de Dinah,
quien ahoga en alcohol la frustración de estar en un cuarto rodeada de súper
criminales a los que no puede patearles
el trasero porque necesita el dinero del toque, lo cual demuestra lo fácil que
se puede torcer la integrad de un héroe con problemas económicos.
Por suerte para nuestra heroína, en lo que está por
anunciarle a la banda la cancelación del concierto en pro de mantener su
rectitud intacta, se topa con un ex colega que le da la oportunidad perfecta para
ventilar sus frustraciones. Pues a como mencioné antes, hay un montón de
matones en la fiesta con la intención de que este sea el último cumpleaños de
la niña mimada.
Y así Dinah y Moritat dan rienda suelta a su talento. Los
lápices libres del segundo hacen bailar con destreza y fluidez a las piernas
letales de la primera, en una página doble donde Dinah se deshace de los
mercenarios sin arruinarle su día especial a Julia. La chica y el artista transitan
sin esfuerzo del combate furtivo al escenario explosivo, con la banda tocando y
protegiendo a la niña del último asesino al mismo tiempo.
Al servicio de Rosenberg, Moritat delinea paneles inventivos
que complementan su estilo “cuty-cartoony” y sirven con destreza a la acción.
Durante el concierto, la imagen inicial de Dinah gritando reaparece dentro de
un pequeño panel, re-contextualizando su invitación al combate. La faena es
igual de intensa en un cuarto lleno de enemigos a como en una tarima frente a
una masa de fanáticos frenéticos… que en esta ocasión consiste de dichos enemigos.
Dejemos las dudas a un lado, “Black Canary” #9 es la historieta de relleno perfecta. Con el
futuro de la serie en el limbo tras su ausencia en la presentación de “Rebirth” (seamos realistas, se acerca el fin), me gustaría imaginar un mundo de
posibilidades donde Rosenberg y Moritat toman las riendas después de Brenden
Fletcher y Annie Wu. Si, un mundo de posibilidades violentas.
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