Reseña: "We Are... Robin!" #9


"We Are Jokers".
Guión: Lee Bermejo.
Bocetos: Rob Haynes.
Arte: Jorge Corona.
Color: Trish Mulvihill.
Letras: Jared K. Fletcher.
Portada: Lee Bermejo.
Editora asociada: Rebecca Taylor.
Editor: Mark Doyle.

Pese a la creencia popular de que Gotham es uno de los lugares más peligrosos para vivir en el Universo DC, cosa que hemos comprobado de manera fehaciente en múltiples ocasiones con el paso de los años, lo cierto es que la ciudad es una fuente constante de oportunidades. Hay épocas en las que el asfalto y los callejones parecen cobrar vida, permitiendo que las fuerzas implícitas del bien y del mal elijan a dedo a los protagonistas del futuro para comenzar a moldearlos lentamente, para poner retos, tragedias y recompensas en su camino, empujándolos así hacia un destino ineludible. Esta es su historia.

Los Robin continúan cada uno por su lado, buscándose a sí mismos y luchando contra sus demonios internos. Smiley, por el contrario, deja que sus demonios salgan a jugar, escalando rápidamente en el bajo mundo local. Tampoco es como si fuera a manejar un vasto imperio criminal a gran escala, Smiley es simple y sencillamente un poser, un imitador de mala muerte que, como cualquier niñato conflictuado, optó por la senda del vandalismo y sólo por eso está condenado a fracasar. No obstante, lo interesante nunca es el comienzo o el final del viaje sino el viaje propiamente dicho, con lo cual reconozco que es divertido ver su evolución y su descenso hacia la locura extrema.

Quienes hayan leído mi crítica anterior sabrán que decidí darle el beneficio de la duda a Smiley por ser un personaje verde en términos argumentales, sin embargo debo decir que en esta instancia me parece directamente insoportable. Pongámoslo de esta forma: todos los villanos tienen una fijación particular con el hecho de hacer el mal sin mirar a quien, aunque al mismo tiempo siempre podemos encontrar motivaciones significativas para justificar sus actos, ya sea venganza, sed de poder, resentimiento para con la sociedad o la mera necesidad de llamar la atención. El único que no necesariamente cumple con estos requisitos, o por lo menos con los tres primeros, es el Joker, un malhechor cuyo pasado incluso escapa a los límites de su propia comprensión y hace lo que hace por diversión, para compartir el caos que reina en su mente con el resto del mundo y, de paso, hacerle la vida imposible a Batman. ¿Pero qué sucede si quitamos todos estos elementos de la ecuación y nos quedamos con un mero admirador puberto del Príncipe Payaso del Crimen que lo imita solamente para buscar aceptación entre otros desequilibrados mentales mientras intenta rebelarse contra un sistema lleno de adultos maltratadores que no lo comprenden? Pues básicamente sucede que nos encontramos ante un personaje diametralmente soso, un refrito sin gracia del Joker que se esfuerza sin éxito por encarnar esa sensación de anarquía y muerte que siempre ha poblado las calles de Ciudad Gótica. Inclusive Harleen Quinzel, a quien podríamos considerar fácilmente como la más grande admiradora del Joker de todos los tiempos, supo salir de su sombra para emerger como una figura femenina fuerte, independiente e interesante, que es la cualidad verdaderamente crucial en este medio. Muchos podrán decir que estoy siendo un poco injusto ya que Harley Quinn tuvo casi 25 años para evolucionar mientras Smiley apenas apareció en un par de números y puede que tengan algo de razón, pero en el fondo creo que todos sabemos que Smiley no trascenderá más allá de este arco. Créanme que estoy tratando de ver esta historia como el origen tentativo de los míticos Jokerz en esta nueva "continuidad" (entre comillas porque ese concepto tristemente no tiene cabida en el actual DCU), pero de momento se me estaría complicando bastante.

Entre tanto, la vida de Duke Thomas sigue acaparando la atención del equipo, más puntualmente de Riko e Izzie. Resulta que, pese a los esfuerzos del otrora Petirrojos, los Thomas continúan internados en un hospital psiquiátrico debido a las secuelas potencialmente irreversibles de la epidemia orquestada por el Joker en "Endgame". Duke, afligido, encuentra refugio en los brazos de su compañera Isabella, que a su vez también estaba pasando por ciertos dramas familiares. ¿Y qué pasó? Pasó que Riko los vio en una situación algo dudosa, disparando en ella toda clase de sentimientos encontrados típicos de adolescente enamoradizo promedio, como rabia, decepción y depresión. Como dije ya en otras reseñas, no me parece buena idea incluir tintes románticos en una historia de estas características, menos que menos un posible triángulo amoroso, pero a esta altura parece que es inevitable así que nos tendremos que conformar con un desarrollo medianamente orgánico de sus conflictos intepersonales.

Dre y Dax, los lobos solitarios de la manada, se encuentran metidos en cosas más emocionantes. Dax, aprovechando su creatividad y sus dotes para la mecánica, crea su propia versión de la Bati-Garra (¿una Robin-Garra?) y la testea entre los edificios de Gotham. Un acontecimiento sin dudas memorable para el intrépido joven, aunque me cuesta creer que Alfred no les haya incluido artilugios semejantes en el pequeño arsenal que puso a disposición de los chicos. El que está haciendo buen uso de los recursos es Dre, que sale a patrullar y alimenta sus puños de frustración personal. Lo curioso es que termina enfrentándose a Smiley y a sus lacayos momentos después de que atacaran a una familia desprevenida en un callejón. Por fortuna este escenario tan consabido para nosotros cambia radicalmente con la aparición del temerario Petirrojo, que no duda ni un segundo en partirle su mandarina en gajos a los vándalos. Piñas van, piñas vienen y, con la llegada repentina de la policía al lugar, cada quien termina yendo por su lado, augurando un crudo invierno para los jóvenes.

Desde un punto de vista objetivo, lo cierto es que este número aporta poco y nada al contexto general de esta historia, mostrando piezas demasiado pequeñas de un rompecabezas que quizás necesitaría completarse un poco más rápido dado el relanzamiento parcial que DC implementó para Junio. Ahora bien, hablando desde un punto de vista subjetivo, debo decir que este fue sin exagerar uno de mis números favoritos de la serie hasta el momento. Y es que, más allá de ser amante de las historias estrambóticas y pochocleras a más no poder como casi cualquier lector de cómics mainstream, también disfruto notablemente de historias súper tranquilas que dejan de lado las capas y las máscaras para enfocarse en las vivencias personales de cada héroe o villano, poniendo en evidencia lo vulnerable que puede ser la otra cara de la moneda ante situaciones que los afectan sin que ellos puedan hacer algo al respecto. En resumen, me gustan las historias mundanas en un contexto superheróico y esta entrega es un muy buen ejemplo de ello. Un gran aplauso para Lee Bermejo.

El arte, como siempre, se complementa de manera notable con el guión para regalarnos un combo comiquero de pura calidad. "We Are... Robin!", pese a sus altibajos, pese a verse involucrada en ese sinsentido que llamaron "Robin War", se mantiene firme mes a mes, demostrando que no todos fueron fracasos o ideas mal ejecutadas en la olvidable etapa DCYou. Sólo espero que, pasado "Rebirth", estos personajes continúen manteniendo el lugar que supieron ganarse.

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