"Mad Grey Dawn"
Guión: Robert Hull.
Dirección: Nick Copus.
Recuerdo que hace unas semanas estábamos con Lichu, dueño de tan mentado Blog, viendo las imágenes promocionales de los capítulos próximos y entonces él me comentó: “esto debe tratarse de algún elseworld (historia fuera de la continuidad), o quizá de algún sueño extraño”. Las imágenes mostraban un porvenir tan extraño, que a mi colega se le hacía raro que dicho panorama surgiera de forma orgánica a través de los episodios, y sugirió que sería más lógico pensar en un capítulo que nos relatara una especie de historia alterna. Pero yo no dudaba de la tenacidad de “Gotham” para llegar a donde prometían las imágenes de una forma justa y canónica, puesto que si algo ha demostrado ser esta serie, con su gran redención en esta temporada, es ser dinámica y propensa a los cambios. Los escritores ya no tienen miedo de jugar con los paradigmas de los personajes, decantando en guiones muchísimos más entretenidos y sin inclinación a la monotonía, que tanto se sufrió el año pasado con aquella fórmula de “villano relleno de turno”. Ahora los guionistas parecen haber aprendido la lección y, efectivamente, la serie está dando pasos hacia esos adelantos que vimos. Perdón por la pequeña introducción, pero no quería perder la oportunidad para elogiar una vez más el buen rumbo que está tomando este show. Ahora sí, vamos con la reseña.
Este capítulo se ubica tranquilamente entre mis preferidos de esta temporada y, como siempre me gusta hacer con aquellos que me agradan más de lo habitual, prefiero no spoilear mucho al respecto para que cada quién lo disfrute como es debido. Sin embargo, es evidente que no puedo reseñar sin dar detalles específicos de la trama, así que quieran o no, hay spoilers, pero procuraré que sean justificados. Ahora sí, empecemos.
Primero y principal, este episodio se lo lleva Nigma. Para aquellos ansiosos que esperaban sentir de forma más tangible a aquél desquiciado álter ego de Edward obsesionado por los acertijos, están en hora buena con esta entrega. A pesar de que “The Riddler” aún no emerge hacia la superficie de forma oficial, sí lo veremos hacer todo lo que la versión madura del villano haría, véase: asaltar una galería arte, dejar pistas encubiertas, dibujar signos de interrogación en la escena del crimen, pero lo más importante, efectuar un disparatado e innecesariamente complejo plan que deje al descubierto su retorcido intelecto criminal. Aunque desde ya, el verdadero propósito de todo esto es dejar al oficial Jim Gordon fuera de juego, de quién cree erróneamente que lo tiene como principal sospechoso sobre la presunta desaparición de la señorita Kringle. Estos delirios, que realmente no son otra cosa que la manifestación de su enorme ego al querer demostrar que el detective no es más listo que él, llevan a Ed, poco a poco, a construir aquél particular modus operandi con el que ya estamos familiarizados.
Y como si el propio esquema del personaje planteado por “Gotham” no bastara, también tenemos inteligentes guiños hacia aquella añorada serie de Batman de los ’60 protagonizada por el inolvidable Alan West. Como curioso paralelismo, en los primeros dos episodios de aquella serie, los cuales tuvieron a Riddler como villano, el malévolo criminal intentó sin éxito que Batman compadeciera ante la justicia, mientras que en “Gotham” Edward pretende que el detective se vea cara a cara con la ley. Por supuesto que dichos guiños transciende el mencionado paralelismo, y mejor sería hablar del hecho de tener a una galería de arte como escenario con una gigantesca y pintoresca bomba expuesta en ella, pero en definitiva, es una conexión que solo aquellos que hayan visto tal longeva sería lograrán hacer.
Por supuesto que la cuestión es: ¿Qué tan bien lograda está ésta nueva faceta del personaje? La obvia y corta respuesta es: fenomenal, de lo contrario no hubiera hablando tan bien del episodio al principio; la respuesta larga es más compleja que eso y requiere cierta aproximación hacia el personaje. La característica principal de The Riddler es el narcisismo, es lo que define al personaje y lo que lo lleva a plantar pistas que orienten a la policía, puesto que él se cree tan inteligente y capaz a la hora de burlarlos que no puede evitar el impulso de ayudar a estas mentes inferiores. Para él se trata como de guiar a un rebaño de ovejas tontas, y como no puede ser de otro modo, el tiro siempre le sale por la culata, sobre todo con Batman. No obstante, su narcisismo persiste, y tras un intento fallido vuelve a planear el crimen perfecto que deje en ridículo a la policía y, de paso, al propio Batman; aunque claro, no habrá tal ridículo si no deja pistas en la escena, ¿verdad?
Lo que acabo de escribir es un resumen bastante conciso de la esencia del personaje, y quienes captaron la idea sabrán entonces cuál es sutil pero a la vez principal problema con el Riddler de "Gotham": la falta de narcisismo. Sí, ya mencioné el ego de este narcisismo que terminó desencadenando toda su esquizofrenia, pero todavía está muy lejos de adoptar aquél halo de seguridad y confianza absoluta que lo lleve a ejecutar los más siniestros planes. Y ojo, no dudo que algún día veamos florecer aquella insufrible personalidad que hace al personaje lo que es, pero esto va dirigido para aquellos que creen que ya tenemos al Riddler definitivo de "Gotham", cuando en realidad le falta aquella chispa de narcisismo tan vital. En el capítulo que nos compete dio un gran paso, y uno firme, pero aún le queda un largo camino hasta alcanzar los colores verde y púrpura.
El episodio se complementa con dos sub-tramas, una protagonizada por Bruce y Cat, y otra por el Pingüino; ambas muy interesantes y bien expuestas. En la primera seguiremos las desventuras del joven Wayne en su intento por aprender de las calles de Gotham, y convivir de primera mano con la criminalidad que agobia la ciudad, todo esto bajo la tutoría de Selina, claro está. Aunque la trama no es particularmente original en este sentido y además peca de ser genérica, sí es cierto que nos brinda la oportunidad de vislumbrar una vez más el hombre en el que se está convirtiendo Bruce, sin mencionar que lo ayuda a comprender lo natural que le resulta la violencia, y la facilidad con la que el “dolor” desaparece gracias a ella. ¿Alguien dijo Batman? Por otro lado, también tenemos un peculiar cameo de Ivy Pepper, de quién yo francamente ya estaba convencido de que se habían olvidado, pero mira por dónde, aún la tienen en cuenta. Además, su rol es un muy sutil guiño a su futuro como Poison Ivy. ¿Serán a caso que estos sus primeros pasos?
A pesar de que ver a Bruce y a Selina juntos fue divertido, debo admitir que disfrute más ver a Oswald en esta nueva faceta de “osito cariñosito”. El Pingüino vuelve a ser un personaje tierno (reconozcámoslo, en un principio lo era) y bonachón, condición que contrasta enormemente con el espíritu actual de la serie, y que se pone en evidencia cuando va a visitar a su “amigo” Butch Gilzean y luego a Ed. Junto a éste último tiene lugar una escena muy curiosa y divertida que no tiene desperdicio. Pero como si de por sí el status quo del personaje no hubiera cambiado lo suficiente, ahora resulta que también tiene un fortuito encuentro con su desconocido padre (interpretado por Paul Reubens, que ya había cumplido el mismo papel en “Batman Returns”) , quien es sumamente rico y decide integrar a Oswald a la familia. Estoy es muy importante, porque en toda encarnación los Cobblepot eran una familia adinerada y poderosa, pero en “Gotham” resultó ser todo lo contrario y tanto Oswald como su madre vivían en la miseria. Ahora el personaje retorna a sus orígenes de familia de prestigio, y probablemente este nuevo cambio lo estimule a recuperar su reinado como cabeza del crimen. Y si a todo este extraño cóctel le sumamos especulación, nos surge la idea de que quizá la línea sanguínea del padre de Oswald tenga una estrecha relación con la Corte de los Búhos, la cual está conformada por las familias más poderosas de Gotham, por lo que no sería algo tan disparatado.
Tengo que ir concluyendo esta reseña, pero antes, no me gustaría dejar de mencionar algunas cosas que, en definitiva, se engloban dentro de lo que es el argumento principal. Pero ahora sí, les advierto que esté párrafo no tendrá contemplación alguna con los spoilers, así que lo más precavidos pueden salteárselo y pasar directamente a la conclusión de abajo. En primer lugar, la escena final entre Barnes y Gordon, sin lugar a dudas el clímax del episodio, fue excelente y me quitó toda duda que pueda tener sobre el estrafalario plan de Nigma. Es la típica escena que redondea todo lo acontecido anteriormente, y aunque es un recurso básico lo hace muy bien y, al menos por mí parte, algunas cosas no las vi venir y me sorprendieron. ¿Pensaban que me había olvidado de Leslie? No, pero ya saben que cada vez tengo menos paciencia para hablar de ella. Por suerte en esta entrega su participación se vio muy mermada, a excepción de una dramática escena final en donde, sin éxito alguno, trata de hacer brotar alguna lágrima en el espectador. Pero tranquilos, que la hija pródiga está de vuelta: Bárbara Kean finalmente abrió los ojos y quién sabe con lo que nos podamos llegar a encontrar, después de todo, un buen tortazo siempre resulta un decente justificativo para un repentino cambio de personalidad, aunque sinceramente, con lo bien que ha aceptado el público su rol de villana dudo que decidan cambiarlo.
En conclusión es un gran capítulo, como ya dije, uno de mis favoritos de lo que va la temporada. A pesar de todo lo que dije sobre Edward, lo cierto es que se lució como villano y definitivamente nos deja con ganas de más y de seguir viéndolo avanzar a paso firme hasta convertirse en Riddler. Bruce tampoco se queda atrás, y los destellos de un futuro Batman se vuelve cada vez más evidentes. Oswald ahora tiene a toda una nueva familia, y las oportunidades se le presentan en la palma de su mano, ¿pero podrá realmente concretarlas? ¿Le resultará todo tan fácil? Y en cuanto a Gordon, bueno, realmente tienen que ver el capítulo para conocer el destino de nuestro detective, pero sí, las reglas del juego vuelven a cambiar. Dinamismo, esa es la palabra clave. ¡Nos vemos en la próxima reseña!
Nota: 8.5/10. (Muy recomendable +)
Este capítulo se ubica tranquilamente entre mis preferidos de esta temporada y, como siempre me gusta hacer con aquellos que me agradan más de lo habitual, prefiero no spoilear mucho al respecto para que cada quién lo disfrute como es debido. Sin embargo, es evidente que no puedo reseñar sin dar detalles específicos de la trama, así que quieran o no, hay spoilers, pero procuraré que sean justificados. Ahora sí, empecemos.
Primero y principal, este episodio se lo lleva Nigma. Para aquellos ansiosos que esperaban sentir de forma más tangible a aquél desquiciado álter ego de Edward obsesionado por los acertijos, están en hora buena con esta entrega. A pesar de que “The Riddler” aún no emerge hacia la superficie de forma oficial, sí lo veremos hacer todo lo que la versión madura del villano haría, véase: asaltar una galería arte, dejar pistas encubiertas, dibujar signos de interrogación en la escena del crimen, pero lo más importante, efectuar un disparatado e innecesariamente complejo plan que deje al descubierto su retorcido intelecto criminal. Aunque desde ya, el verdadero propósito de todo esto es dejar al oficial Jim Gordon fuera de juego, de quién cree erróneamente que lo tiene como principal sospechoso sobre la presunta desaparición de la señorita Kringle. Estos delirios, que realmente no son otra cosa que la manifestación de su enorme ego al querer demostrar que el detective no es más listo que él, llevan a Ed, poco a poco, a construir aquél particular modus operandi con el que ya estamos familiarizados.
Y como si el propio esquema del personaje planteado por “Gotham” no bastara, también tenemos inteligentes guiños hacia aquella añorada serie de Batman de los ’60 protagonizada por el inolvidable Alan West. Como curioso paralelismo, en los primeros dos episodios de aquella serie, los cuales tuvieron a Riddler como villano, el malévolo criminal intentó sin éxito que Batman compadeciera ante la justicia, mientras que en “Gotham” Edward pretende que el detective se vea cara a cara con la ley. Por supuesto que dichos guiños transciende el mencionado paralelismo, y mejor sería hablar del hecho de tener a una galería de arte como escenario con una gigantesca y pintoresca bomba expuesta en ella, pero en definitiva, es una conexión que solo aquellos que hayan visto tal longeva sería lograrán hacer.
Por supuesto que la cuestión es: ¿Qué tan bien lograda está ésta nueva faceta del personaje? La obvia y corta respuesta es: fenomenal, de lo contrario no hubiera hablando tan bien del episodio al principio; la respuesta larga es más compleja que eso y requiere cierta aproximación hacia el personaje. La característica principal de The Riddler es el narcisismo, es lo que define al personaje y lo que lo lleva a plantar pistas que orienten a la policía, puesto que él se cree tan inteligente y capaz a la hora de burlarlos que no puede evitar el impulso de ayudar a estas mentes inferiores. Para él se trata como de guiar a un rebaño de ovejas tontas, y como no puede ser de otro modo, el tiro siempre le sale por la culata, sobre todo con Batman. No obstante, su narcisismo persiste, y tras un intento fallido vuelve a planear el crimen perfecto que deje en ridículo a la policía y, de paso, al propio Batman; aunque claro, no habrá tal ridículo si no deja pistas en la escena, ¿verdad?
Lo que acabo de escribir es un resumen bastante conciso de la esencia del personaje, y quienes captaron la idea sabrán entonces cuál es sutil pero a la vez principal problema con el Riddler de "Gotham": la falta de narcisismo. Sí, ya mencioné el ego de este narcisismo que terminó desencadenando toda su esquizofrenia, pero todavía está muy lejos de adoptar aquél halo de seguridad y confianza absoluta que lo lleve a ejecutar los más siniestros planes. Y ojo, no dudo que algún día veamos florecer aquella insufrible personalidad que hace al personaje lo que es, pero esto va dirigido para aquellos que creen que ya tenemos al Riddler definitivo de "Gotham", cuando en realidad le falta aquella chispa de narcisismo tan vital. En el capítulo que nos compete dio un gran paso, y uno firme, pero aún le queda un largo camino hasta alcanzar los colores verde y púrpura.
El episodio se complementa con dos sub-tramas, una protagonizada por Bruce y Cat, y otra por el Pingüino; ambas muy interesantes y bien expuestas. En la primera seguiremos las desventuras del joven Wayne en su intento por aprender de las calles de Gotham, y convivir de primera mano con la criminalidad que agobia la ciudad, todo esto bajo la tutoría de Selina, claro está. Aunque la trama no es particularmente original en este sentido y además peca de ser genérica, sí es cierto que nos brinda la oportunidad de vislumbrar una vez más el hombre en el que se está convirtiendo Bruce, sin mencionar que lo ayuda a comprender lo natural que le resulta la violencia, y la facilidad con la que el “dolor” desaparece gracias a ella. ¿Alguien dijo Batman? Por otro lado, también tenemos un peculiar cameo de Ivy Pepper, de quién yo francamente ya estaba convencido de que se habían olvidado, pero mira por dónde, aún la tienen en cuenta. Además, su rol es un muy sutil guiño a su futuro como Poison Ivy. ¿Serán a caso que estos sus primeros pasos?
A pesar de que ver a Bruce y a Selina juntos fue divertido, debo admitir que disfrute más ver a Oswald en esta nueva faceta de “osito cariñosito”. El Pingüino vuelve a ser un personaje tierno (reconozcámoslo, en un principio lo era) y bonachón, condición que contrasta enormemente con el espíritu actual de la serie, y que se pone en evidencia cuando va a visitar a su “amigo” Butch Gilzean y luego a Ed. Junto a éste último tiene lugar una escena muy curiosa y divertida que no tiene desperdicio. Pero como si de por sí el status quo del personaje no hubiera cambiado lo suficiente, ahora resulta que también tiene un fortuito encuentro con su desconocido padre (interpretado por Paul Reubens, que ya había cumplido el mismo papel en “Batman Returns”) , quien es sumamente rico y decide integrar a Oswald a la familia. Estoy es muy importante, porque en toda encarnación los Cobblepot eran una familia adinerada y poderosa, pero en “Gotham” resultó ser todo lo contrario y tanto Oswald como su madre vivían en la miseria. Ahora el personaje retorna a sus orígenes de familia de prestigio, y probablemente este nuevo cambio lo estimule a recuperar su reinado como cabeza del crimen. Y si a todo este extraño cóctel le sumamos especulación, nos surge la idea de que quizá la línea sanguínea del padre de Oswald tenga una estrecha relación con la Corte de los Búhos, la cual está conformada por las familias más poderosas de Gotham, por lo que no sería algo tan disparatado.
Tengo que ir concluyendo esta reseña, pero antes, no me gustaría dejar de mencionar algunas cosas que, en definitiva, se engloban dentro de lo que es el argumento principal. Pero ahora sí, les advierto que esté párrafo no tendrá contemplación alguna con los spoilers, así que lo más precavidos pueden salteárselo y pasar directamente a la conclusión de abajo. En primer lugar, la escena final entre Barnes y Gordon, sin lugar a dudas el clímax del episodio, fue excelente y me quitó toda duda que pueda tener sobre el estrafalario plan de Nigma. Es la típica escena que redondea todo lo acontecido anteriormente, y aunque es un recurso básico lo hace muy bien y, al menos por mí parte, algunas cosas no las vi venir y me sorprendieron. ¿Pensaban que me había olvidado de Leslie? No, pero ya saben que cada vez tengo menos paciencia para hablar de ella. Por suerte en esta entrega su participación se vio muy mermada, a excepción de una dramática escena final en donde, sin éxito alguno, trata de hacer brotar alguna lágrima en el espectador. Pero tranquilos, que la hija pródiga está de vuelta: Bárbara Kean finalmente abrió los ojos y quién sabe con lo que nos podamos llegar a encontrar, después de todo, un buen tortazo siempre resulta un decente justificativo para un repentino cambio de personalidad, aunque sinceramente, con lo bien que ha aceptado el público su rol de villana dudo que decidan cambiarlo.
En conclusión es un gran capítulo, como ya dije, uno de mis favoritos de lo que va la temporada. A pesar de todo lo que dije sobre Edward, lo cierto es que se lució como villano y definitivamente nos deja con ganas de más y de seguir viéndolo avanzar a paso firme hasta convertirse en Riddler. Bruce tampoco se queda atrás, y los destellos de un futuro Batman se vuelve cada vez más evidentes. Oswald ahora tiene a toda una nueva familia, y las oportunidades se le presentan en la palma de su mano, ¿pero podrá realmente concretarlas? ¿Le resultará todo tan fácil? Y en cuanto a Gordon, bueno, realmente tienen que ver el capítulo para conocer el destino de nuestro detective, pero sí, las reglas del juego vuelven a cambiar. Dinamismo, esa es la palabra clave. ¡Nos vemos en la próxima reseña!
Nota: 8.5/10. (Muy recomendable +)
Comentarios
Muy buena reseña. Saludos!