"He estado ansioso todo el día por el anochecer. Necesitaba la oscuridad. Necesitaba ponerme a trabajar."
Después de esperarlo por poco más de medio año, la anticipada precuela de Dark Knight Returns, bautizada como The Last Crusade, pisó finalmente las estanterías yacientes en las tiendas de cómics. No sorprende que esté allí, este one-shot de 57 páginas llega en plena publicación de Dark Knight III: The Master Race, mini-serie que funciona como tricuela del original y como celebración por el tredécimo aniversario del debut de la saga. Ahora el responsable de estas historias, Frank Miller, quien alguna fuera jóven punk con ganas de expresar por medio del Encapotado su incontenible enfado con el mundo, llega acompañado por pesos pesadísimos como Brian Azzarello, John Romita Jr. y el destacable Peter Steigerwald para tejer este relato que, así como lo hacen todas las precuelas, se diseñan para darle respuestas a preguntas que casi nadie se hizo pero que todos están ansiosos por escuchar.
Cualquiera que lleve de experiencia con estas malas costumbres practicadas por los generadores de entretenimiento, sabrá que estas movidas pueden resultar de cualquier manera, ¿habrá funcionado esta vez? Entérense conmigo a continuación.
Más temprano que tarde descubrimos que The Last Crusade es un cómic principalmente sobre Bruce Wayne. Frank Miller y Brian Azzarello se permiten jugar con un Encapotado ya avejentado y cansado, aunque no tan mayor como el cincuentón que se enfrentó al Lider Mutante en la obra original y, a decir verdad, es un tipo de cansancio muy distinto que abre la posibilidad a un enfoque nuevo dentro de lo que es esta versión de Batman. Pongámoslo de esta manera, en DKR el Hombre Murciélago se encontraba fastidiado, pero con el mundo, llevaba acumulando ira por años y años de inactividad, en cambio, aquí el fastidio se debe a estar exhausto física y mentalmente, a tal nivel que ya no disfruta de salir a combatir en nombre de su guerra santa. Su estado de ánimo lo lleva a comenzar a soñar con tener una vida normal, retirarse.
Tener conocimiento de este cambio de paradigma dentro del personaje es importantísimo para comprender la función de algunos personajes y sub-tramas que aparecen en este no tan largo mas cargado one-shot. Los que han seguido los trabajos Batmaníacos de Miller saben que de un tiempo a esta parte tuvo una cierta tendencia a escribir al héroe de una manera muy particular. Lo describe principalmente como un sociópata obsesivo y paranoico que, e insinuado por el propio autor, sacia sus necesidades sexuales calzándose el traje y golpeando criminales por las noches mientras ríe a carcajadas saltando por los tejados. pero eso fue en su juventud y ahora está en un punto de su vida donde deja de reír a carcajadas, le cuesta saltar por aquellos tejados y hasta considera dejar todo eso de un lado. Para un hombre con todos esos traumas, principios tan marcados y que sólo conoce la violencia como forma de vida, eso no puede hacer más que ocasionar un profundo conflicto interno, una dicotomía de difícil resolución, y eso hace que este punto específico de su trayectoria sea muy rico para ahondar y analizar.
Dentro de ese dilema ingeniosamente instalado entran algunos papeles secundarios, como lo es el de Selina Kyle ex-Catwoman. Para Batman portar el manto es una adicción, depende de él, ¡incluso en el desarrollo del comic hay una parte donde confiesa necesitar de la oscuridad! Y por ende, la felina es una quimera, lo más parecido que puede llegar a tener de llevar una vida normal, pero por otro lado, la pizca de amor que le genera, la sensación de refugio y consuelo que emana, lo conduce a anhelar tenerla y debatirse seriamente si debería tomar cartas en el asuntos. Además, cabe destacar, la química que producen ambos es envidiable y muy lograda, lo que sustenta el objetivo de su presencia.
En cuanto a los aportes del magnífico Azzarello... Su mano en esta ocasión se nota muchísimo menos que en The Dark Knight III: The Master Race, debido a que se prioriza la poesía oscura, las frases repetidas, la narrativa cinematográfica, pero hallamos algo del autor al notar el ambiente hostil y sórdido que antes mencionábamos. Aunque toda su personalidad está sellada en el humanizado, gangaster y sucio Killer Croc, simíl del visto en Broken City y Joker, ambas novelas gráficas del mismo escritor.
Por último, pero no por eso menos importante, es inadmisible concluír sin deshacerse en elogios con respecto a lo que el apartado gráfico se refiere. Cualquiera ha de sorprenderse al ver que el arte de John Romita Jr. se ve realmente muy bien, es una delicia visual, aunque quitando algunas soluciones gráficas muy astutas y logradas, donde declara sin sutileza alguna que trabaja con mucho más esmero con este personaje que con otro con el que hizo desastres, el mérito no es suyo, sino del valiente hombre que se encargó del entintado y el coloreado: Peter Steigerwald. Con decir que su intervención para con los lápices de Romita Jr. hacen que sus desproporciones y texturas cuadradas pasen completamente desapercibidas y hasta sean de nuestro agrado, es mucho decir. Simplemente les recomiendo ir a apreciarlo por ustedes mismos.
Después de esperarlo por poco más de medio año, la anticipada precuela de Dark Knight Returns, bautizada como The Last Crusade, pisó finalmente las estanterías yacientes en las tiendas de cómics. No sorprende que esté allí, este one-shot de 57 páginas llega en plena publicación de Dark Knight III: The Master Race, mini-serie que funciona como tricuela del original y como celebración por el tredécimo aniversario del debut de la saga. Ahora el responsable de estas historias, Frank Miller, quien alguna fuera jóven punk con ganas de expresar por medio del Encapotado su incontenible enfado con el mundo, llega acompañado por pesos pesadísimos como Brian Azzarello, John Romita Jr. y el destacable Peter Steigerwald para tejer este relato que, así como lo hacen todas las precuelas, se diseñan para darle respuestas a preguntas que casi nadie se hizo pero que todos están ansiosos por escuchar.
Cualquiera que lleve de experiencia con estas malas costumbres practicadas por los generadores de entretenimiento, sabrá que estas movidas pueden resultar de cualquier manera, ¿habrá funcionado esta vez? Entérense conmigo a continuación.
¡Ojito con los spoilers!
Si hay algo que no se le puede dejar de conceder al creador de 300 es que es un tipo muy sagaz, aún con sus idas de olla -imperdonables para algunos, admirables para otros-, incapaz de caer en el error de la mayoría de los autores que desean convertir sus obras en franquicias. Frank Miller, cuando lo hace, mueve cielo y tierra en cuanto a conceptos para evitar las odiosas comparaciones, sí, escribe continuaciones argumentales mas no espirituales. Con cada entrega construye un mensaje abordado desde un punto de vista distinto, que hace irreconocible en cierto punto la continuidad, en otras palabras: Cada entrega presenta una propuesta construida desde 0. Ahí está el secreto en gran parte de la magia: el riesgo, la innovación. Pero ya sabemos que asumir riesgos es exactamente eso, exponerse continuamente al fracaso y al éxito. En cuanto a nosotros, los lectores, estamos expuestos a una experiencia que, para bien o para mal, siempre nos va a tomar por sorpresa.
Este one-shot se anunció como una explicación de lo que sucucedió 10 años antes de Dark Knight Returns, exponer de manera clara y detallada la muerte de Jason Todd, aparente razón del retiro ejercido por el Cruzado de la Capa, pero lo que encontramos cuando nos embarcamos en la lectura es algo muy distinto. Por supuesto que el segundo Chico Maravilla aquí encuentra el final del túnel, pero pese a ser el climax, el cierre con broche de oro, se siente más como una transición, y es que el argumento que se teje y desarrolla previamente a ese momento dado, no tiene como fin ni propósito llegar a allí. Es algo que sucede de forma inminente pero no llega a ser exactamente una consecuencia de nada. No necesariamente esto es algo malo, inesperado sin duda alguna, pero no malo, puesto que el guión apunta para otro lado todo el tiempo. Pero para explicarnos bien, vamos desde el comienzo.
Más temprano que tarde descubrimos que The Last Crusade es un cómic principalmente sobre Bruce Wayne. Frank Miller y Brian Azzarello se permiten jugar con un Encapotado ya avejentado y cansado, aunque no tan mayor como el cincuentón que se enfrentó al Lider Mutante en la obra original y, a decir verdad, es un tipo de cansancio muy distinto que abre la posibilidad a un enfoque nuevo dentro de lo que es esta versión de Batman. Pongámoslo de esta manera, en DKR el Hombre Murciélago se encontraba fastidiado, pero con el mundo, llevaba acumulando ira por años y años de inactividad, en cambio, aquí el fastidio se debe a estar exhausto física y mentalmente, a tal nivel que ya no disfruta de salir a combatir en nombre de su guerra santa. Su estado de ánimo lo lleva a comenzar a soñar con tener una vida normal, retirarse.
Tener conocimiento de este cambio de paradigma dentro del personaje es importantísimo para comprender la función de algunos personajes y sub-tramas que aparecen en este no tan largo mas cargado one-shot. Los que han seguido los trabajos Batmaníacos de Miller saben que de un tiempo a esta parte tuvo una cierta tendencia a escribir al héroe de una manera muy particular. Lo describe principalmente como un sociópata obsesivo y paranoico que, e insinuado por el propio autor, sacia sus necesidades sexuales calzándose el traje y golpeando criminales por las noches mientras ríe a carcajadas saltando por los tejados. pero eso fue en su juventud y ahora está en un punto de su vida donde deja de reír a carcajadas, le cuesta saltar por aquellos tejados y hasta considera dejar todo eso de un lado. Para un hombre con todos esos traumas, principios tan marcados y que sólo conoce la violencia como forma de vida, eso no puede hacer más que ocasionar un profundo conflicto interno, una dicotomía de difícil resolución, y eso hace que este punto específico de su trayectoria sea muy rico para ahondar y analizar.
Dentro de ese dilema ingeniosamente instalado entran algunos papeles secundarios, como lo es el de Selina Kyle ex-Catwoman. Para Batman portar el manto es una adicción, depende de él, ¡incluso en el desarrollo del comic hay una parte donde confiesa necesitar de la oscuridad! Y por ende, la felina es una quimera, lo más parecido que puede llegar a tener de llevar una vida normal, pero por otro lado, la pizca de amor que le genera, la sensación de refugio y consuelo que emana, lo conduce a anhelar tenerla y debatirse seriamente si debería tomar cartas en el asuntos. Además, cabe destacar, la química que producen ambos es envidiable y muy lograda, lo que sustenta el objetivo de su presencia.
Y luego está la otra cara de la moneda, aquello que aún lo aferra a sus correrías nocturnas casi-criminales, representado oportunamente por Jason Todd. Este niño ha sido entrenado para ser un vigilante agresivo, que hiere a sus adversarios de gravedad, y disfruta haciéndolo, lo que en muchas ocasiones incomoda al veterano Cruzado de la Capa debido a que no sólo es lo que él le inculcó, sino que también le recuerda a sus tempranas etapas que hemos visto en All Star, pero por otro lado es la razón por la cual la dinámica entre los dos es más orgánica y distendida. Comparten métodos e ideología, Robin puede llegar inclusive a ser un asesino y en ningún momento ese uso desmedido de la violencia es castigado por su mentor, porque por más contenido que se encuentre a su edad, sigue siendo la misma persona, el maldito Batman.
Los que no hayan estado de acuerdo con el enfoque que Frank Miller optó para escribir a Batman en las últimas dos décadas estarán muy contentos al encontrarse con una propuesta distinta, innovadora, más emocional y genuinamente introspectiva. Algunos pensarán que se debe a la intervención de Azzarello en los escritos, y puede que algo haya, pero escencialmente -como expliqué- sigue siendo el mismo visto de otro ángulo. De hecho, aún hay algunos aspectos y diálogos que delatan notablemente a Miller, quien no se puede contener de escribir a un Encapotado aunque contenido, sumamente sobrador, salvaje por momentos (a Killer Croc lo deja inconsciente luego de romperle la columna y la cabeza con un palo), cuyo vocabulario está lleno de slangs dispuestos a insultar a los criminales.
Una pena decir que, debido a todos estos aciertos que resaltan el notable tratamiento que le dieron al Caballero Oscuro en esta oportunidad, su sidekick no queda tan bien parado, lo que dificulta la resolución de algunos conceptos, mensajes y de la propia historieta. El problema radica en que como ya quedó parcialmente explicado, Jason Todd -en cuanto a su función en la historia- es un personaje que sustenta a su mentor, que le otorga distintos matices a su desarrollo, pero poco y nada se profundiza en él. Sí, los medios de comunicación debaten sobre si es correcto que el Hombre Murciélago reclute a un niño en su lucha contra el crimen y cómo lo puede llegar a afectar psicológicamente, pero esto no sólo es un planteamiento que ya se había hecho de una manera más sutil en DKR y salvaje en All Star, sino que además siguen siendo tópicos cuyo foco central es Batman, el cómo lo está afectando a su protegido es simplemente una consecuencia de sus actos, pero no hay ningún recoveco del guión en que se preocupen por enfatizar en el niño. No sabemos su origen, no sabemos sus motivos ni lo que piensa en ningún momento, la única referencia que nos dan es el pensamiento colectivo de los mass media y del hijo pródigo de Gotham, pero no hay nada que nos genere empatía con él.
Probablemente esas sean las razones por las cuales el cierre del cómic se sienta frío y carente de sustancia. Es un final abrutpo además, porque como dije al comienzo, el argumento no estaba conduciendo hasta ese punto, a la muerte de Jason Todd perpretada por matones del Príncipe Payaso del Crimen, pero supongo que tiene que ver con esa atmósfera opresiva y sórdida que Azzarello suele crear para sus obras, por lo tanto es una decisión artística más que aceptable, poco podemos reprochar cuando el proceder del relato fue magnífico. El verdadero contratiempo del climax es el bajo nivel de impacto que provoca, debido a la poca preocupación que podemos llegar a sentir por Robin. Una lástima.
¿No les llamó algo la atención? Sí, la muerte del petirrojo es perpretada por MATONES del Príncipe Payaso, y este es el puntapié más adecuado para iniciar a disertar sobre el Joker tan peculiar que es plasmado aquí. ¿Por qué resulta tan cautivador? Si el voltaje de bestialidad que emana es inclusive menor comparado con los que comunmente nos topamos, ¿qué tiene de especial para que la crítica y el público se unieran casi en sagrado acuerdo a la hora de escupir alabanzas sobre él? Bien, lo primero que se debe comprender es que llama muchísimo la atención porque es prácticamente la subversión personificada, la esencia del villano se trastoca lo suficiente como para encontrarle un toque distintivo y a la vez, dada la naturaleza versátil del personaje, no menospreciar su escencia.
El Duque Blanco de la Muerte está envuelto por un aura que nos desorienta a toda hora. Por un lado, es romántico, todas sus líneas son poesías metafóricas, abstractas o directamente sin sentido pero que dentro de su bella forma no podemos evitar encontrarle algún significado macabro. Por otro lado, dentro de Arkham queda claro que es la estrella pop, el hombre que constantemente es solicitado, que en medio del torrente imparable de caos que hay dentro del asilo, él es el único ser que se mantiene en un estado que poco más podríamos definir como zen, pero eso no quiere decir que esté en pausa. A lo largo de la obra somos testigos de su capacidad de manipulación e influencia, es tan vasta que hasta es capaz de hacer que los internos practiquen cosas como la autoantropofagia (el retorcido gusto por comerse a sí mismo). Lo que sí queda bien clarito, es que este no es un Joker que sienta satisfacción alguna por ensuciarse las manos, es un legítimo genio del mal que se sitúa por encima de todos moviendo minuciosamente los hilos. Digno de temerse y admirarse al mismo tiempo, muy logrado.
El Duque Blanco de la Muerte está envuelto por un aura que nos desorienta a toda hora. Por un lado, es romántico, todas sus líneas son poesías metafóricas, abstractas o directamente sin sentido pero que dentro de su bella forma no podemos evitar encontrarle algún significado macabro. Por otro lado, dentro de Arkham queda claro que es la estrella pop, el hombre que constantemente es solicitado, que en medio del torrente imparable de caos que hay dentro del asilo, él es el único ser que se mantiene en un estado que poco más podríamos definir como zen, pero eso no quiere decir que esté en pausa. A lo largo de la obra somos testigos de su capacidad de manipulación e influencia, es tan vasta que hasta es capaz de hacer que los internos practiquen cosas como la autoantropofagia (el retorcido gusto por comerse a sí mismo). Lo que sí queda bien clarito, es que este no es un Joker que sienta satisfacción alguna por ensuciarse las manos, es un legítimo genio del mal que se sitúa por encima de todos moviendo minuciosamente los hilos. Digno de temerse y admirarse al mismo tiempo, muy logrado.
Si hay algo es de mención necesaria es la labor del guionista Frank Miller en cuanto a la estructura narrativa y planteamiento conceptual se refiere. Después de tantos años escribiendo de forma estoica siguiendo un mismo sendero, sorprende que haya un cambio de paradigma considerable en su estilo. No es para nada que se haya reinventado desde cero, por supuesto que no, pero desde su propia fórmula encuentra una innovación al encarar una historia profunda, que apela a la emotividad y los sentimientos de los lectores. Obvio que a veces algunos de sus tropos salen a la luz, por ejemplo una página entera que se sale completamente de contexto con un descarado mensaje derechista satirizando al punto de vista liberal sobre Batman, o la propia Poison Ivy cuya aparición cumple el casi obligatorio papel de mujer fatal, de las cuales la bibliografía del autor está repleta. Pero en líneas generales, este one-shot significa un aire fresco dentro del trabajo de Miller.
En cuanto a los aportes del magnífico Azzarello... Su mano en esta ocasión se nota muchísimo menos que en The Dark Knight III: The Master Race, debido a que se prioriza la poesía oscura, las frases repetidas, la narrativa cinematográfica, pero hallamos algo del autor al notar el ambiente hostil y sórdido que antes mencionábamos. Aunque toda su personalidad está sellada en el humanizado, gangaster y sucio Killer Croc, simíl del visto en Broken City y Joker, ambas novelas gráficas del mismo escritor.
Por último, pero no por eso menos importante, es inadmisible concluír sin deshacerse en elogios con respecto a lo que el apartado gráfico se refiere. Cualquiera ha de sorprenderse al ver que el arte de John Romita Jr. se ve realmente muy bien, es una delicia visual, aunque quitando algunas soluciones gráficas muy astutas y logradas, donde declara sin sutileza alguna que trabaja con mucho más esmero con este personaje que con otro con el que hizo desastres, el mérito no es suyo, sino del valiente hombre que se encargó del entintado y el coloreado: Peter Steigerwald. Con decir que su intervención para con los lápices de Romita Jr. hacen que sus desproporciones y texturas cuadradas pasen completamente desapercibidas y hasta sean de nuestro agrado, es mucho decir. Simplemente les recomiendo ir a apreciarlo por ustedes mismos.
En conclusión, Dark Knight Returns: The Last Crusade es un one-shot cuya duración no es proporcional a su intensidad y contenido, como habrán visto en estas páginas hay mucha tela que cortar, una gran variedad de personajes, muchos planteos frescos y bien establecidos, aunque por otro lado también algunas sub-tramas que terminaron penosamente siendo descuidadas y poco pulidas. En general, es un producto sumamente redondo, ecléctico, una gran lectura sobre Batman que, paradójicamente, se sitúa en sus peores días. ¡Jokersaludos!
Puntaje: 8,5 de 10.
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