Sidekicks in the back
Título: Better than Batman, part 2
Escritor: Tim Seeley
Artista: Javier Fernández
Colores: Chris Sotomayor
Portada: Javier Fernández & Chris Sotomayor
Portada variante: Ivan Reis, Joe Prado & Brad
Walker
Hechas las
presentaciones, es hora de lanzarnos a la aventura.
“Nightwing” #1 fue una excelente obertura. Ahora vamos por el
primer acto en este “Nightwing” #2.
Raptor, como debe ser, representa un gran desafío para Grayson. Introducido al final del número anterior, en medio de un
parque conmemorativo ruso, Raptor
deja de inmediato en claro quién es.
Él, obviamente, no es Batman.
Pero parece tanto o más preparado que el Murciélago.
Y está aquí,
enviado por el Parliament of Owls,
para asegurarse de que el Grey Son ejecute las misiones que se le
encargan tal y como se espera de él.
Pero también está
para enseñarle. Porque Raptor, en
sus propias palabras, es mejor que Batman.
Así que el
argumento central ha sido planteado.
Siguiendo un poco
la costumbre de Batman, Raptor —nombre en inglés para el halcón
y las aves de presa en general— ha nombrado sus accesorios con nombres cercanos
a las aves. Su nave se llama Buteo —un
tipo de ave rapaz— y Nightwing no
puede evitar sonreírse ante ello. Tal vez este Raptor se crea mejor que Batman,
pero lo sigue de muy cerca, transformándose en realidad, en una especie de
versión torcida del Encapotado de Gotham —con “atrayente” de tiburones
incluido—. Lo que no deja de ser interesante, tratándose “Nightwing” de cómo Dick se aleja definitivamente de la
sombra de Batman.
Pero la unión de
ellos no es sólo un encuentro para darse golpes entre sí. Ambos, se supone,
sirven a los altos intereses de los Búhos,
por lo que este “Nightwing” #2 es
sobre la primera misión de ambos juntos. Sólo así podremos conocerlos mejor en
su interacción, pero también conocer los planes íntimos del Parlamento.
Planes bastante
siniestros y que, nuevamente, nos ayudan a retomar nuestra confianza en esta
franquicia creada por Snyder durante
su run en “Batman”, y que tan mermada se viera al ser banalizada por el
evento “Robin War”.
Hoy, la Court of Owls devenida en Parliament of Owls —y de alcance
internacional— pretende algo más que regir Gotham:
quiere formar una nación entera.
Los Búhos, ave preferida de la diosa Atenea y símbolo de la sabiduría en la
cultura griega —y, por ende, en toda la civilización occidental—, busca revivir
la gloria de la Edad de Oro helénica
justo ahí, en la península griega, desde donde Nightwing y Raptor
deberán emprender cada nueva misión.
Enfrentándose a
una organización llamada Culto de Kobra,
la misión consiste en arrebatarles la mercancía que transportan para construir
su utopía estrígida: un cargamento de refugiados.
De aquí colegimos
que la misión de Nightwing no es
sólo exterior —a saber, infiltrar y destruir al Parlamento—, sino también interior —aprender cuándo proceder y
cuándo no hacerlo en aras de un objetivo mayor—.
Interactuar con Raptor no es fácil. Este último no tiene
contenciones morales, aunque hacia el final podamos entrever un propósito
parecido al de Dick. Aquellos
detalles, sin duda, nos mantienen atentos a la historia: todo buen escritor
sabe dosificar la información para mantener a su audiencia cautiva.
En la reseña anterior, aludimos a la relación Grayson/Barbara.
En este número volvemos a encontrar un momento dedicado a ello. Esperemos que
en el nuevo “Batgirl”, aquella
relación también se refleje.
Es bueno que Batgirl aparezca de cuando en cuando.
Alejado de Gotham en esta nueva misión
internacional, ella se transforma en el nexo que Dick —y nosotros— necesita con Gotham.
Porque Nightwing puede andar
corriendo por los tejados de un pueblo costeño griego, pero su alma pertenece a
la ciudad de Batman, donde tarde o
temprano volverá —claro, sabemos que pronto lo hará en el contexto del evento “Night of the Monster Men”, mas hablamos
en un sentido de pertenencia—.
Seeley mantiene el ritmo y si antes nos tuvo en vilo con las aventuras del Agente 37, hoy vuelve a repetir la
fórmula con el vuelo de Nightwing.
Ahora sólo nos queda esperar el siguiente número y seguir solazándonos con el magnífico trabajo de Seeley y Fernández.
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