Difícilmente alguien haya podido pronosticarlo en su momento pero los ochenta terminarían siendo revolucionarios. Considerada por muchos como la década más significativa en la historia del cómic occidental, marcó el rumbo a seguir para la industira con joyas como "The Dark Knight Returns", "Watchmen" o "V for Vendetta" y su influencia, para bien o para mal, continúa sintiéndose hasta el día de hoy. En una época donde los creadores apuntaban a dejar su huella con relatos cargados de crítica socio-política y cultural, "A Death in the Family" terminó destacándose por motivos totalmente distintos.
Seguro, la saga tuvo cuotas importantes de conflictos burocráticos y políticos mas eso fue sencillamente una consecuencia del guionista Jim Starlin malinterpretando las bases sentadas por Frank Miller y Alan Moore, y la verdad es que no hace falta ser un genio para darse cuenta que tomó una propuesta con muchísimo potencial y la terminó arruinando por completo con el afán de trasladar situaciones propias de la ficción comiquera hacia un contexto verosímil. La muerte de Jason Todd en sí misma lógicamente causó mucho revuelo aunque si indagamos un poco más nos toparemos con el quid de la cuestión: El supuesto fraude en la votación telefónica que definiría el destino del segundo Robin. No voy a profundizar en esto porque todos conocen la anécdota, es algo que fácilmente podrían encontrar en un artículo de Wikipedia, pero me viene perfecto para dar paso al verdadero motivo de este post, algo que no tiene caso seguir dilatando porque el título lo dice claramente, y vaya que se trata de una anécdota escandalosa.
Resulta que Starlin escribió la historia que todos conocemos luego de un intento fallido de deshacerse de Todd... ¡Infectándolo de VIH! El autor argumenta que pretendía quitar al Petirrojo del medio porque consideraba que "salir a combatir el crimen con un traje gris y negro mientras te acompaña un niño vestido con los colores primarios es básicamente abuso infantil". Hasta ahí la cosa tiene sentido, y es que perder a uno de sus jóvenes aliados gracias a su interminable lucha contra el mal es uno de los conceptos sobre los que se construiría la mitología moderna del Hombre Murciélago, pero lo que sigue es de no creer. La cuestión es que en aquel entonces DC tuvo la (entre comillas) brillante idea de pegarle el sida a uno de sus personajes para publicar un especial y fue así que pusieron una urna es sus oficinas para que los creadores dejaran sugerencias. Starlin, en la reciente New York Comic-Con, dijo que llenó la urna con votos para Robin pero reconocieron su letra y los descartaron automáticamente. El ganador terminó siendo Jimmy Olsen, sin embargo descartaron la idea cuando se supo que Marc McClure, el actor que interpretaba a Olsen en las películas de Superman de Christopher Reeve, era gay.
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Con esta publicidad se anunciaba la votación para decidir el destino de Todd. |
A partir de ahí surgió la historia que todos llegaríamos a conocer, aunque algunas versiones aseguran que inicialmente el escritor tenía pensado crear a un nuevo villano exclusivamente para matar a Todd y que luego decidieron usar al Joker para que todo este lío tuviera más relevancia narrativa y comercial. Lo loco es que la editorial verdaderamente haya considerado hacer algo así. Quiero decir, una cosa es lanzar un cómic especial para tratar de concientizar o abordar determinados tópicos sensibles, como se hizo en su momento con el racismo o el consumo de heroína mediante la serie de Green Lantern y la que éste compartía en paralelo con Green Arrow, pero también debemos tener en cuenta que en plenos ochenta la epidemia de VIH tenía en jaque a la comunidad científica y esto lógicamente habría impedido que tratasen la problemática con el tacto adecuado. La triste realidad es que Starlin, en una movida notablemente sínica de su parte, pretendía aprovechar otro suceso de actualidad para deshacerse de Robin de la forma más cruel posible. No había un objetivo altruista de por medio, simplemente zaña y oportunismo.
Podríamos hablar largo y tendido sobre cómo el descontento de ciertos craedores hacia el joven héroe fue generando un enorme rechazo por parte del público con el paso del tiempo, un rechazo que inevitablemente lo habría llevado hacia la tumba de alguna forma u otra, aunque considero que esa sería una discusión para otro día. Lo que importa acá es la postura radical que tanto la editorial como el mentado craedor habían adoptado pues, de concretarse su visión, creo que podemos asegurar con toda certeza que el Bativerso, y puntualmente Batman como persona y personaje, no serían lo que son hoy. Cualquiera que tenga un conocimiento superficial de nuestro héroe sabe que el cruento asesinato de Jason a manos del Príncipe Payaso del Crimen dictó su trayectria durante las décadas siguientes, convirtiéndolo en una figura todavía más oscura y aguerrida con un muerto en el placard que no lo dejaba progresar emocionalmente ni afianzar su vínculo con el resto de la Bati-Familia, y en especial aquellos que más tarde irían portando el manto del Chico Maravilla.
Ojo, no me opongo a que traten este tema u otros temas "tabúes" en los cómics, de hecho hoy es una práctica común y me parece perfecto considerando que cada vez hay lectores más jóvenes, y tampoco tengo nada en contra de Jim Starlin porque en verdad "Ten Nights of the Beast" y "The Cult" son dos de mis historias Batmaníacas preferidas de todos los tiempos, mas considero que su planteo senecillamente estaba fuera de lugar. En una era donde un gran porcentaje de la gente está hipersensibilizado a más no poder, donde los intereses se sobreponen a los ideales, donde los boicots virtuales están a la orden del día y los falsos "paladines de la justicia" están al acecho, el respeto y la ideoneidad son esenciales en nuestra vida cotidiana.
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