Scott White.
¡
Jervis Tetch finalmente está listo para desatar toda su locura encolerizada sobre la ciudad! Tras ejecutar satisfactoriamente en
el capítulo anterior su venganza contra
Gordon por el asesinato de su hermanar, ahora le ha llegado el turno a
Gotham. Mientras tanto,
Jim se debate sobre
si reincorporarse o no las fuerzas del
CGPD como Detective, y la respuesta le llega en forma de un potente alucinógeno que lo conducirá a un viaje dentro de su propia cabeza. Teniendo en cuenta que este arco le corresponde a
Tetch, ya se estaban tardando en introducir las psicodelias. Por otro lado, tanto
Bruce, como
Oswald y
Nygma procuran alzarse victoriosos ahí en donde el ex-Detective no consigue dar pie con bola: el amor. ¿Pero algo así puede surgir y crecer saludablemente en
Gotham? Vamos a descubrirlo. Advertencia: hay
spoilers.
El episodio que nos compete en esta ocasión es muy particular. Por un lado representa el principio del fin para el arco argumental de
Tetch
pero, por el otro, tiene el foco puesto sobre el personaje de
Jim, su psicología y evolución a lo largo de los cuarenta minutos que dura la entrega. Es decir que legítimamente se puede decir que
Jervis como villano alcanzó su clímax en el capítulo anterior y que aquí solo funciona como hilo conductor, como excusa para poder explorar más a fondo la mente de
Gordon. Esto se deja en evidencia tras ver la rapidez y sencillez con que sus planes son desbaratados. ¿Fue la mejor decisión? Es un asunto cuestionable, quizás pudieron haber incluido las alucinaciones de
Jim en el episodio previo para hacerlo más ameno y así ahora pasar a otra cosa. Sin embargo, también es cierto que algo así no se puede hacer a las apuradas, que le hayan dedicado todo un episodio al menos resulta tranquilizador en el sentido de que hicieron todo lo que querían hacer.
Comencemos por lo básico: es un buen episodio. No lo es tanto por su solidez argumental, que de hecho podría considerarse como uno de los más flojos de la temporada, sino por su correcta aproximación a
Jim y su reivindicación como personaje idealista. Desde el inicio de la temporada hemos visto a un
Jim Gordon desfasado, que no conoce bien su lugar y tampoco le interesa saberlo. Pero su reincorporación al
GCPD era solo una cuestión de tiempo y era inevitable preguntarse qué sería aquello que aplacaría su rebelde actitud y lo conduciría nuevamente hacia la rectitud y la ley. Sí, que
Jervis haya decidido inducirlo en un estado alucinógeno en vez de matarlo, y encima haber dejado el frasquito con la sustancia ahí para que luego el doctor pudiera identificarla y proporcionar tratamiento, simplemente es muy forzado y no tiene sentido. Si a eso le sumamos lo sencillo que fue detener a
Jervis y lo ridículamente frágil que terminó siendo su plan maestro, resulta imposible hablar de un argumento sólido.
Una vez más, pese a sus incoherencias y escenas forzadas, el capítulo triunfa gracias a que tiene éxito en aquello que verdaderamente se proponía: hacer que el espectador se adentrara en la psique de
Jim. Para empezar, fue el mejor uso que le dieron a
Barbara hasta la fecha, según mi humilde opinión. Yo no soy ningún fan del personaje, pero tenerla acompañando a
Jimbo entre las alucinaciones termina siendo muy divertido. Se vuelve parte del sufrimiento y la penitencia por la que el ex-Detective tiene que pasar. La decisión hubiera sido aún más acertada si
Barbara hubiera muerto en la temporada pasada, entonces
Jim estaría hablando con una aparición, como un fantasma, y tendría así la oportunidad de finiquitar sus dilemas con ella de una forma más espiritual, y su presencia generaría mucho más interés. Pero como sigue vivita y coleando, habrá que conformarse con tomarlo como un hecho curioso y divertido, que no es poco.
“Gotham” jamás destacó precisamente por el buen uso de efectos especiales, y en más de una ocasión dan ganas de llevarse la mano hacia la frente, pero en lo que apartado visual se refiere, siempre ha destacado en la fotografía. Gracias a las alucinaciones, aquí la fotografía destaca todavía más. Los juegos de luces y sombras, el uso del difuminado y el desenfoque, la cámara con ángulos extraños y torcidos para dar sensación de irrealidad, todo el apartado visual del viaje de
Jim se ve estupendamente y sin dudas se aprecia. En el medio hay un efecto especial en donde el
ex-Detective cae del palco del
GCPD y se ve realmente penoso, pero como dije, preferible no prestar mucha atención a eso y mejor apreciar la fotografía, que está muy bien lograda.
Como último elemento que vuelve al viaje de
Jim un recorrido que vale la pena presenciar, es su encuentro con su difunto padre. Aquello que yo quería trasladar en la figura de
Barbara, pero que resultaba imposible ya que ella sigue con vida, termina cayendo en el padre de
Jim. Y efectivamente se percibe una especie de aura en el personaje. Nunca antes lo habíamos visto, pero sabemos que es especial, que representa algo importantísimo para
Jim, y que ahora está ahí, como una aparición, encantado en brindarles respuestas para que consiga encaminar su vida, listo para hacerle recordar lo que significa llevar el apellido
Gordon, lo que significa ser un héroe. Es cursi, ¿para qué negarlo? Pero funciona y es grato ver como conectaron los puntos con aquél
primer episodio de la serie, en donde
Gordon le contaba a
Bruce el accidente que había sufrido su padre, y con el cual había encontrado la muerte. Tras la charla con su
viejo, no hay dudas de que
Jim emergería de la madriguera del conejo renovado.
Basta de alucinaciones y pasemos a los asuntos del corazón. Luego de
haberla conocido la noche anterior,
Nygma se percata que pasó la mañana entera hablando con
Isabella y se apresura en retornar hacia el hogar del
Alcalde. Como era de esperarse,
Oswald no toma para nada bien el motivo de su ausencia y ocultando su rabia, se dirige a hablar con
Isabella para revelarle el pasado de
Ed como paciente en
Arkham. Aún así su plan de intimidarla fracasa ya que
Isabella esta decididamente enamorada de
Nygma y no le importa las atrocidades cometidas. Por otro lado,
Bruce se pone en modo chef y prepara un gran banquete para
Selina, sin embargo, ésta no es puntual y llega a la
Mansión Wayne por la noche, con
Bruce notoriamente irritado por su tardanza. Ambos expresan
lo raro que les resulta su relación y, ya un poco más relajada,
Selina le pide que corte la tarta de chocolate. Que tiernos. Que viva el amor.
Si hay una queja puntual que me gustaría hacerle al episodio, además de sus incoherencias argumentales, es que no se arriesgaran en su estructura narrativa. El capítulo es lineal, pero esas psicodelias daban para un juego con saltos temporales. Todo podría haber comenzado, por ejemplo, con
Gordon ya experimentando una alucinación, como aquella en la que imagina una vida perfecta con
Lee y sus dos hijos. Él no se percataría de la farsa en un principio, sino que poco a poco sentiría algo extraño, fuera de lugar, que es de hecho lo que ocurre, y entonces se comenzaría a preguntar, al igual que el espectador, lo que realmente está sucediendo. Hubiera sido un buen misterio para ir desarrollando con el paso de los minutos, con el buen
Jimbo tratando de recordar cómo terminó ahí, cómo hizo
Jervis para drogarlo. Creo francamente que esa experimentación en la narración hubiera venido genial, pero como sea, al final es más un pedido que una queja.
En
conclusión estamos ante un
buen capítulo.
Era necesaria una mirada introspectiva hacia el personaje de James Gordon y esta entrega nos lo ha dado. En contra tenemos los ya mencionados problemas argumentales, pero en cierto modo se les perdona por estar ahí simplemente como excusa.
Jervis aún no se despide de
“Gotham”, pero sin dudas que este es el principio del fin para él.
¡Nos vemos hasta la próxima reseña!
Lo mejor:
- El personaje de Barbara. Bien implementado.
- Bruce y Selina siguen progresando.
- Conecta puntos con el primer capítulo de la serie.
Lo peor:
- La trama de Jervis, deslucida, simple. El personaje necesita descansar.
- Poca experimentación narrativa, a pesar de que las alucinaciones se prestaban para eso.
Nota: 7.0/10 (Recomendable).
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