Reseña: “The Flash” #21 - “The Button”, segunda parte

Se dice por ahí que el que no arriesga no gana. Y aunque, así como cualquier superstición o cábala popular, la veracidad de esa frase es incomprobable, lo que sí es un hecho concreto es que DC Comics pasó por una
prologada mala racha mientras se encontraba en una zona de confort tan evidente que con toda tranquilidad podemos 
adjudicarle los fracasos que sufrieron. Sí, un reinicio total como The New 52! puede lucir osado a priori mas, a medida que pasó el tiempo, se empezó a ver lentamente su verdadera naturaleza: Cobarde, tímida, apocada... Borrando la enorme y enriquecida mitología de sus personajes, simplificados hasta el paroxismo, transformados en aprendices cuando solían ser campeones, ¡y ni hablar de las nuevas propuestas! Crossovers innecesarios, relleno de todo tipo, linealidad impoluta que denotaba una gran subestimación para con los lectores. Con el afán de atraer una nueva demanda, perdieron a los aficionados de siempre -quienes se sintieron insultados- y ante tan insípida oferta las ventas decayeron estrepitosamente.

Rebirth es un riesgo, porque asumir nuestros propios errores siempre es un riesgo. Tratar de remendarlos puede ser heroico, y lo heroico casi siempre es inherente a ser arriesgado. Recuperar todo el legado, toda la belleza de un mundo ficticio que llevó casi un siglo construir, volver a apostar por el talento de los artistas, proceder con buenas intenciones, todo eso es un riesgo. Hay que admitir que es correcto mirar hacia adelante y avanzar con constancia, pero eso no significa que no podamos detenernos por un momento y observar el trayecto recorrido, buscando viejos hábitos que nos sean prácticos para nuestra actualidad. Sería un error echar todo por la borda, se supone que el conocimiento lo integramos y lo desarrollamos, no necesariamente lo reemplazamos. Entonces, si queremos recuperar aquellas costumbres primero deberíamos plantearnos qué nos hizo perderlas y ahí es donde entra a colación la obra de Alan Moore que (por ahora) desconstruyó definitivamente el concepto del superhéroe: Watchmen. Si buscamos que nuestras figuras altruistas y esplendorosas recuperen su plenitud, debemos hacer que se enfrenten a ese relato. A los más puristas les puede ocasionar estupor la idea, aunque debemos darle el beneficio de la duda a la editorial puesto a que se están tomando su tiempo para tejer prudentemente esta trama, al nivel de que ha pasado casi un año de la primera insinuación de este encuentro y recién ahora tenemos los primeros issues en concreto que lo abordan. No sabemos aún si esta contienda será literal, simbólica o referencial, asimismo la entrega que hoy nos reúne nos da cierta data para que lo vayamos dilucidando. Con esto dicho, sorprendámonos con The Flash #21.

Spoilers a continuación.

Nos volvemos a encontrar con un envejecido y desmejorado Jhonny Thunder, atestiguando una poco convencional noche en su estadía en el jeriátrico. En medio de una tormenta eléctrica, el anciano profiere el clásico conjuro CEI-IU en un intento desesperado por recuperar a su Thunderbolt, que sería el primer paso para reunir a la desaparecida y fragmentada Justice Society. Recordemos que esa última intención es una de las grandes promesas, quizás la más notoria, que se vienen barajando desde la concepción de este relanzamiento junto con otros tantos regresos y, a juzgar por el inminente retorno de Jay Garrick, no estará exento de hacerse realidad. Sea como fuere, rápidamente sublimamos de locación cuando el decrépito personaje es emboscado por los enfermeros del establecimiento, que lo ven como un pobre viejo senil.


Simultáneamente se retoman los hechos con los que cerró la primera entrega de este arco, The Button, con un Reverse Flash incinerado presuntamente por Dios, cuyo rostro vio al tocar el Smiley -acto que precedió a la desaparición del dichoso botón, vale decir- y un Hombre Murciélago indiscutiblemente abatido por el malvado velocista, que le propinó una golpiza en venganza a lo que Thomas Wayne le hizo alguna vez. Ni bien llega a la Bati-Cueva, el Velocista Escarlata se vuelva de lleno a su oficio como forense y rápidamente reconstruye la escena del crimen sin ningún resultado convincente dadas las infinitas paradojas temporales que habilita la víctima de este caso, con la única certeza que quien haya acabado con su vida debe ser un ente extremadamente poderoso o, en su defecto, él mismo. A ésto último lo respalda el hecho de que en el aire aún quedaban impregnadas reminiscencias de su propia Speed Force, este dato pareciera ser de vital importancia a futuro así que es imperativo mencionarlo cuanto menos.

Generalmente los eventos de esta magnitud destacan por su objetivo de alterar el status quo de turno desmesuradamente y, por ende, los memorables momentos que aquella búsqueda conllevan, sin necesidad de recurrir a la exploración de sus personajes o a la interacción entre ellos. Se supone que en esta clase de argumento lo que cautiva es lo que esté sucediendo, no profundizar en sus implicados. Tal vez esta sea la razón por la cual -la mayor parte del tiempo- los cómics de esta índole pasan a la historia por sus anécdotas y no por su valor artístico/literario, honestamente. Por lo tanto fue una sorpresa muy grata ver cómo el escriba Joshua Williamson se las apaña para hallar un hueco entre tanta parafernalia e indagar en la dinámica existente entre Batman y Flash. Cualquier lector aficionado debería suponer que entre la Justice League estos dos enmascarados debían mantener códigos excepcionales a la hora de interactuar por sus cualidades en común como detectives, aunque jamás se había explorado a rajatabla esto hasta el momento, por lo cual encuentro muy vigorizante y útil para la versatilidad de la lectura que se de una charla así, con un ida y vuelta de conclusiones, pruebas e hipótesis, que no deriva en nada relevante pero sí rebosa de empatía y carisma.


No obstante existen algunos detalles concretos que nos destilan a cuentagotas y permiten plantearnos varias cosas. La radiación que emanaba el pin de Edward Blake, cuyas propiedades se desconocen pero sabemos que se han activado con la careta de Psycho-Pirate, se corresponde con la que Thawne ha contraído luego de su encuentro con el supuesto Dios y, en caso de ser este el Dr. Manhattan, ¿será él quien emite esa radiación o el plano terrenal donde vive? Sobre cual es este "plano terrenal" vamos a profundizar más tarde, mas yo me inclinaría a la primera opción ya que si fuera inherente a la realidad misma de Watchmen, suponiendo que Mr. Oz sea Ozymandias, él también debería contar con esas cualidades y ya lo hubieran rastreado hace rato. Por ende, podríamos deducir que Veidt llegó al Universo DC por su cuenta, bajo sus propios motivaciones -quizás con el afán de desbaratar los planes de su rival- y que el tan renombrado botón lo dejó el Doctor Manhattan con algún motivo, quizás como señuelo o alguna especie de switch cuántico que le permite influir dentro de nuestro mundo. Esto último se me vino a la mente leyendo la entrega anterior y viendo que, mientras más jugueteaba el Caballero Oscuro con el Smiley, más subía la tensión en el partido de hockey que veía, como corrompiendo la armonía pronosticada. No en balde hicieron tanto énfasis en esa secuencia, quiero creer.

Por otra parte no podemos ignorar la hipótesis del Cruzado de la Capa, quien argumenta que el responsable de esta malformación temporal ha estado cometiendo sus tropelías mucho antes de los acontecimientos que tuvieron lugar en Flashpoint. A partir de esa insinuación me pregunto, ¿fue el superhombre azulado responsable de todas las Crisis que DC viene sufriendo desde 1985? ¿con qué motivo procede el casi omnipotente personaje en ese caso? Si nos remitimos al clímax de Watchmen, el Doc se alejaba de la humanidad conocida definitivamente pues estaba harto de su complejidad y ambigüedad, anhelaba encontrar otras formas de vida más sencillas con las que vivir, no obstante en su serie propia bajo el sello Before Watchmen se revela que se exilió no sólo para hallar tal vida sino para crearla. Siguiendo este lineamiento sería lógico pensar que él fue el artífice de este escenario donde desfilaron los relatos que nos cautivaron desde 1938 y que, ante su desagrado sistemático por los resultados imperfectos, hizo modificaciones constantes al espacio-tiempo para encontrar el perfecto equilibrio que tanto quería descubrir

Viñeta perteneciente a Before Watchmen: Doctor Manhattan #4.

Decidido a tomar el toro por las astas, Barry Allen parte raudo a la rememorada Watchtower, donde se encuentran diversos artefactos que referencian a viejos relatos clásicos de la editorial (por ejemplo el crossover JLA/Avengers, el vehículo de Ted Kord, el traje original de Martian Manhunter, los trajes del Hyper Clan, etc.) para hacer uso de la ahí archivada Cosmic Treadmill con la cual, en tiempos de Flashpoint, viajó al pasado para salvar a su madre de Thawne y así desencadenar una serie innumerable de modificaciones que derivaron en el universo que ya vimos, pero esta vez debe romper las barreras de la realidad para seguir la radiación del botón y llegar hasta la locación de su dueño. Antes de ponerla en marcha es increpado por
Batman quien, obstinado, se empecina en acompañarlo en este viaje, alegando ya tener cierto dominio en saltos temporales. Una clara referencia a la trama que disparó Final Crisis y luego concluiría en The Return of Bruce Wayne, ambos arcos argumentales escritos por nuestro querido escocés Grant Morrison, los cuales vuelven a formar parte del canon para sorpresa de varios.

Ambos paladines de la justicia se embarcan así en su riesgosa odisea temporal cuyo pasaje les permite ver la membrana de la realidad y los sucesos reflejados en ella. Se homenajean y se recuerdan, tanto de manera literal como metafórica, momentos como la verdadera y original formación de la Justice League of America transcurrida en la década de '60 bajo la pluma de Gardner Fox, hechos tan oscuros como Identity Crisis -otra saga que retomaron inesperadamente-, o Crisis on Infinite Earths, la piedra angular de todo macro-evento. Los dos mejores detectives del mundo observan abrumados aquellas vivencias que les fueron arrebatadas mientras que los fanáticos más nostálgicos sienten el lagrimón transitar por sus mejillas.


Y pese a lo tan apasionante que debe sonar toda esta descripción, aún así no es lo más jugoso que nos otorga esta secuencia. En Internet se viene teorizando sobre giro argumental por demás de interesante, visceral e impresionante, digno de desarrollar y plasmar aquí mismo. Batman y Flash se ven rodeados por la sangría de su propia realidad, lo que les permite divisar su estructura, y esta resulta ser de un color azul exactamente igual a la tes habitual del Dr. Manhattan, ¿esto quiere decir que la mitología del Universo DC siempre se ha ubicado y ha acontecido dentro de este inescrutable personaje? No solamente sería una trastocación interesante al concepto de Dios como tal sino que también sería un balance perfecto entre las dos posibilidades que había para las próximas inminentes implicaciones de Watchmen en la continuidad de DC, ni simbólicas ni literales, más bien metafísicas. Sería muy llamativo a nivel conceptual una epopeya en la que los guerreros de DC deban enfrentarse a la arquitectura de su propia existencia.

Como otro sostén para esta teoría tenemos las declaraciones de Rey Palmer a.k.a. The Atom en el one-shot angular de DC Rebirth, quien se alarmó al encontrar agentes extraños en la estructura del espacio-tiempo vistos desde el Microverso, un nuevo concepto que abordarán eventualmente en Justice League of America. Aunque este asombro, sumado al alboroto en la estructura universal que sorprendió a Flash, me hace plantearme que entonces estos elementos no siempre han estado ahí, por ende no siempre debieron encontrarse dentro de Manhattan, ¿será que este aprovechó alguna crisis para absorberlos? ¿Y fue en Flashpoint o antes? De ver verídicas estas especulaciones, ¿todo el Multiverso tiene lugar dentro de él o sólo la Tierra Prima? Esperemos que para estos interrogantes haya pronto respuestas que disipen sus incertidumbres. 


Para cerrar este enérgico número, los viajeros caen al vacío cósmico debido a las turbulencias del espacio-tiempo pero no regresan a su mundo como ellos suponían, sino al de Flashpoint. Más puntualmente en la Batcave, donde un Thomas Wayne con el manto asumido les da la bienvenida. 

¿Cómo es posible que hayan sido enviados al Flashpointverso si éste sólo era una versión distorsionada del canon que supuestamente dejó de existir una vez que fue reparado? Y si aún continuó su curso, ¿dónde se ubica específicamente? Pues bien, todo parece indicar que se trata de un sub-universo al cual se puede acceder sin necesidad de traspasar barreras interdimensionales. No obstante, pese a todas las contradicciones que eso pueda significar, no es lo importante... Lo jugoso promete ocurrir en el próximo capítulo cuando los cimientos de Batman como personaje, sus motivaciones y sus raíces se vean modificadas para siempre al enterarse de que en algún lugar, una de las razones que lo condujo a su eterna cruzada está viva. Mientras nosotros, entre la emotividad de los hechos y la expectativa que nos provoca, sentimos ese nerdgasmo brotar vergonzosamente en nuestras entrepiernas. Sin previo anticipo, The Button no sólo amenaza con cambiar al Universo DC para siempre sino también ahora también al legado del Hombre Murciélago


Puntaje: 8.5 de 10.

Con una grata recepción tanto de parte del público como la crítica, The Button sin discreción ni sutileza se abre paso entre los títulos más solicitados y rompedores del año. De momento la espera parece haber estado más que justificada y al parecer lo mejor aún está por venir. Ansioso espero la llegada de las últimas dos partes, ¿y ustedes? ¿Cómo los está removiendo este gran acontecimiento que tan sólo es una degustación de lo que se avecina? Pueden expresarlo en los comentarios, bienvenidos serán. ¡Jokersaludos!

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