Gnóthi seautón [*]
Título: “Intelligence”,
final: “Judgement Day”.
Escritor: James Tynion IV.
Lápices: Álvaro Martínez.
Tintas: Raúl Fernández.
Colores: Brad Anderson.
Rotulado: Sal Cipriano.
Portada: Yasmine Putri.
Portada alternativa: Rafael Albuquerque (basado en
arte de Mike Mignola).
La misma aparición de los hombres nunca ha sido muy clara:
cubierto por la niebla imperturbable de los tiempos, la historia de las eras de
los Dioses Antiguos nos ha llegado en la forma de mitos que muchas veces
incluso se contradicen entre sí. Mas un hecho es cierto: Con el avenimiento o no
de los Dioses Olímpicos, los hombres pisaron esta tierra y a Zeus, Dios de Dioses, no
le agradó del todo.
Pero uno de los Titanes
—de la generación divina anterior a los Olímpicos—
sí se apiadó de nosotros y al vernos desprotegidos, a merced del inhóspito
entorno, decidió otorgarnos un don que el Padre
de los Dioses había declarado prohibido para los hombres.
Esa deidad se llamó Prometeo
y aun a riesgo de su propia vida, robó el fuego sagrado para regalárselo a los
hombres.
Gracias a este don, la humanidad medró y floreció. El fuego,
símbolo inequívoco del Conocimiento,
les permitió transformarse de presa en predador y pronto, el mundo entero
sintió el avance de esta criatura que se apropió de los dominios que antes
pertenecían a los Sagrados Dioses.
Pero esa llama que la mano de Prometeo iluminó ante ellos, sólo les hizo anhelar más.
El Conocimiento,
desde los albores de los tiempos, se transformó en el motor primario de la
humanidad y en un deseo eternamente insatisfecho.
El Conocimiento,
por supuesto, no es un bien de fácil adquisición. En su busca, se han intentado
muchos caminos, unos más afortunados que otros; sin embargo, tres parecen ser
pilares fundamentales de esta verdadera cruzada: la Religión, la Ciencia y
la Magia.
Tres aproximaciones que han chocado a través de los siglos y
cuyos adeptos aprehenden con una fuerza casi fanática y siempre excluyente.
James Tynion IV
—el discípulo que superó al maestro— ha cogido este concepto del “Conocimiento”, y lo ha renombrado “Inteligencia” para este arco que
finaliza ahora en “Detective Comics”.
Porque “Inteligencia”,
etimológicamente hablando, significa básicamente el saber escoger entre las
mejores opciones que se tienen ante sí, pero también el saber leer entre líneas [†].
Y es de este modo cómo el Conocimiento se va obteniendo y acumulando y nos hace conocer mejor
nuestro mundo y a nosotros mismos. Tanto lo externo como lo interno. Quiénes
son los otros y quién soy yo.
Y Tynion toma
estos tres caminos —Religión, Ciencia y Magia—, manifestándolos a través de los protagonistas de esta gran
historia. Jean-Paul Valley, Ascalon, Batman, Zatanna, Batwing, etc. Todos seguidores de
alguno de estas sendas. Todos en busca del Conocimiento.
¿Qué diferencia a estas tres posturas y cómo se manifiesta
en este arco “Intelligence”?
La Religión se
aproxima al Conocimiento a través de
la revelación divina. Es un dios, por lo tanto, quién otorga la Inteligencia.
La Ciencia, por
su parte, se aproxima a través de la experimentación. Es el hombre, entonces,
quién otorga la Inteligencia.
Y la Magia,
finalmente, se aproxima al Conocimiento
de origen divino a través de las artes humanas. Es el hombre, en conclusión,
forzando a la divinidad para que otorgue la Inteligencia.
No obstante, nuestra misma historia ha mostrado que,
independiente de cómo lo busquemos, el Conocimiento
muchas veces acaba siendo más una maldición que una bendición y en el saber
absoluto parece haber más dolor que goce.
Zeus, cuya
sabiduría guiaba a dioses y hombres antes que el credo monoteísta usurpara su
lugar, bien pudo saber esto con antelación. Quizá su reticencia absoluta a
otorgar el fuego a los hombres tuviera razones bien fundadas: el evitarle la
desdicha a sus creaturas… o el evitar que esos simples mortales, cual Gigantes amontonando montañas para
llegar al Olimpo [‡],
le destronaran finalmente.
Tynion,
nuevamente, se hace eco de todos estos aspectos y los plasma en su obra: el Conocimiento sólo resulta en
destrucción o frustración.
Tenemos el caso de Ascalon,
este ser construido sólo de Conocimiento,
pero cuya forma primigenia es la de un niño que cree saber y cuya idea errada le llevara a la aniquilación.
También está Valley,
el protagonista principal, cuya mente dominada por cierto tipo de Conocimiento nefando, choca con el Conocimiento de una mente como la de Batman, dando a luz a Bat-Azrael; pero resultando en un
hombre con el alma fracturada que, como vemos hacia el final, necesitara
reencontrarse a sí mismo en esta dualidad.
Y está Batman,
ese incansable cazador del Conocimiento
a través de las armas que le otorga la Ciencia
y su propia inteligencia —así, con minúsculas—, y cuyo derrotero al filo de la
oscuridad es más que conocido por todos quienes leemos sus aventuras semana a
semana. Su cruzada incansable se ha estrellado en numerosas ocasiones contra la
realidad relativa de los cómics. Y esa última pared que le ha impedido el paso
es la desaparición de Tim Drake. Sino fatídico que parece
acompañarlo desde siempre y que, de una u otra manera, esculpe y modifica su
propia hambre de Conocimiento.
Siempre compañero de la lógica y lo racional; su ansia le
lleva a explorar esa área del Conocimiento
más oscura: la Magia.
Por ello hemos visto aquellos flashbacks de los encuentros entre el Murciélago —adolescente casi y un mero aprendiz en aquellos
recuerdos— y Zatanna. Encuentro que
adquiere toda su amplia definición en este capítulo final con la aparición de
la Esfera Gnosis pero que, tal y como advirtiera Zatara —el padre de la hechicera—, el Conocimiento es, a la vez, una bendición y una maldición.
Sólo una mente trastornada por una forma corrupta —o
sesgada— del Conocimiento puede
aspirar al conocimiento total, sin siquiera aspirar a la forma más pura de Conocimiento: el conocerse a uno mismo.
Por ello, además, el título de esta reseña.
Ascalon, como un
verdadero niño —y nuevamente, qué gran idea el representarlo así—, no advierte
consecuencias y abraza la fórmula del Conocimiento
total sin conocerse a sí mismo en primer lugar. Y la revelación que la esfera
le entrega es suficiente para aniquilarlo y desvanecerlo en una ¿no existencia?
Pero antes lanza un ápice de ese Conocimiento a Batman
que, aunque sea un arco ligado al renacimiento de Bat-Azrael, acaba siendo el punto álgido de esta saga: Tim Drake, Red Robin, está vivo.
Tynion —y sin
olvidar el magnífico trabajo casi cinematográfico de Álvarez— nos ha obsequiado con el mejor arco hasta la fecha de “Detective Comics”.
Pensábamos reencontrarnos con Azrael —y lo hicimos de una manera espectacular—, pero acabo siendo
una historia grandísima sobre todo el Bativerso y, en especial, sobre el
anunciado regreso de Drake a la
palestra.
Como seguidores de Batman,
no podemos más que sentirnos agradecidos de poder leer sus historias en estos
tiempos y de contar con tan excelente camada de escritores y artistas.
Al terminar este arco, sólo nos resta saborear lo que hemos
leído y agradecer a un dios que bajó del Olimpo
una vez, en el albor de los tiempos, trayéndonos la llama del Conocimiento y la Inteligencia, iluminando nuestro derrotero y permitiéndonos
apreciar las cualidades y calidades de tan regias obras de creación a las que
llamamos cómics.
[*] Del griego clásico: “Conócete a ti mismo”,
máxima escrita en el pórtico del templo de Apolo en la isla de Delfos.
[†] Latín inter [entre] y legere [escoger,
leer].
[‡] Suceso que pasó a la historia como la
Gigantomaquia, cuando estos enormes hijos de Gea quisieron asaltar la morada de
los Dioses.
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