Distopía
Título: “Dystopia”
Historia: James Tynion IV y Christopher Sebela
Textos: Sebela
Arte: Carmen Carnero
Colores: Ulises Arreola
Rotulado: Sal Cipriano
Portada: Yasmine Putri
Portada alternativa. Rafael Albuquerque
“He’s a real nowhere man
Sitting in his nowhere land”
(Nowhere man, The Beatles)
Cuando Tomás Moro creó el término “utopía” para su novela homónima, tomó palabras del griego que significan, básicamente,
“ninguna tierra”; tal vez advirtiendo
que una sociedad ideal es sólo una ilusión que no puede ser hallada en lugar
ninguno.
(Los invito a
leer la novela, considerada una de las primeras novelas de Ciencia Ficción de la
historia. Recuerden, los cómics no son
todo.)
El siglo XX, en su
alba, fue una época de ensoñaciones, de esperanza y confianza en el mundo mejor
que se avecinaba gracias al saber humano y a la progresiva industrialización.
El asesinato del
duque Franz Ferdinand de Austria-Hungría
que devino en la Primera Guerra Mundial echó abajo cualquier
ilusión en un mundo utópico. La realidad de un mundo cruel nos golpeó y hoy,
cien años después, aún seguimos resentidos por la paliza.
Por ello mismo,
novelas emblemáticas del siglo pasado como “1984”
de George Orwell o “Mundo Perfecto” de Aldous Huxley, nos presentaron una utopía que resultaba, a la
larga, sólo una fachada —al modo, para ser más ilustrativos, del vídeo “Shiny Happy People” de R.E.M.—.
Entonces a
alguien se le ocurrió un nuevo término que rápidamente fue aceptado: “distopía”. Una de esas palabras
inventadas a partir de otra —al modo de “precuela”,
derivación antojadiza de “secuela”—,
pero que pronto gana su sitial dentro del habla cotidiana, aunque no esté
sancionada por la Real Academia de la
Lengua Española.
Tynion y Sebela siguen jugando con los
términos en un arco que ya no sabemos identificar como uno centrado en Spoiler —verdadera protagonista hasta
ahora— o en Red Robin —que se, supone, regresará durante el próximo arco—.
Decimos eso
porque la temática misma de la utopía, de la distopía y la anarquía, más bien
tiene que ver con los procesos internos que la protagonista está viviendo, que
con el eventual retorno de Red Robin de la prisión del ya no incógnito
Mr. Oz —me ahorraré su identidad por si aún no han tenido oportunidad
de leer “Action Comics” #987… Sí, DC es
más que Batman—.
¿Es eso bueno o
malo?
Cuesta definirlo,
aunque sí podemos decir que es confuso.
Sin embargo, la
trama engancha pero con una trampa: el personaje que realmente se roba nuestra
atención es Basil Karlo/Clayface.
Su derrotero no
puede sino conmovernos e, increíblemente, conectarnos con él de modo más
estrecho que las disquisiciones de una niña como Stephanie Brown que, a
esta altura —y tras leer este número— más parece una adolescente enojada
tratando de irritar a papá. Poco ayuda a ello, el breve e innecesario encuentro
con Harper Row y la Dra. Tompkins que, y no me lo sé explicar,
se encuentran en ese sitio.
Clayface, en cambio, se yergue como un personaje más sólido y real.
Si hemos de
hablar de un no-lugar —recuerden, significado básico de “utopía”—, Karlo es una
suerte de no-hombre. Alguien que aspira a ser alguien —el mismo—, pero sólo
puede vivir emulando la realidad de otras personas a través de su moldeable
aspecto de arcilla o greda.
Su encuentro con Glory Griffin/Mudface en Arkham,
al inicio de este número, nos sorprende porque transforma a Clayface en la más triste de las
criaturas: una persona que no tiene redención.
De ahí a su
explosiva manifestación ante la Doctora October
hay un solo paso, y es uno de los pocos actos que se ve natural, real, en este
número.
Nuevamente, su
relación con Cassandra Cain es lo que lo salva y, en contra de
la opinión de su ex asistente, lo vuelve el más humano de todo el team de “Detective Comics”.
De Brown sólo podemos reseñar que, como se
podía adivinar, la utopía tras la que seguía a Anarky resulta ser una simple estafa que no se sostiene sola y que,
Batman mediante, se revela como un
ardid del misterioso First Victim
—de hecho, desde la aparición de Mudface
en adelante, el capítulo tiene un hálito a “The Victim Syndicate” que no es del todo reprochable: más de una vez desde esta
misma tribuna hemos hablado de cómo “Rebirth” se ha encargado de establecer consecuencias permanentes de los eventos previos
en los números posteriores de los títulos.
Tal vez sea la
hora de cerrar definitivamente ese capítulo, aunque eso parezca ser muchas
cosas ocurriendo antes que Red Robin regrese.
Incluso, cuando Drake es por fin mencionado, parece un
chiste, justo en las últimas viñetas. Una mención que sólo acentúa el
infantilismo de Spoiler en este
punto, o quizá un mal manejo de un personaje que, hasta ahora, no tenía
desecho.
Si ustedes leen
regularmente las reseñas que hacemos de “Detective
Comics”, sabrán que, vez tras vez, hemos alabado los guiones de Tynion; pero también debemos reconocer
cuando algo afloja y, en el caso de Stephanie
Brown y este mini-arco, algo falla
con toda claridad.
Por ello, valga
repetir que Clayface acaba siendo lo
mejor del capítulo y realmente quiero ver qué ocurre con él a continuación
—aunque, al mismo tiempo, preferiría que evitaran las portadas engañosas,
aunque de cierto modo figurativo, la ilustración de Putri refleje mucho de los procesos internos de Karlo.
Su futuro, de
hecho, ha sido motivo de discusión dentro del staff del Blog. Interés que, no les quepa duda, ha sido en
desmedro del transcurrir de Spoiler.
El adelanto de lo
que viene en el siguiente número, claramente anuncia ya el regreso de Tim Drake. Confiamos en que Tynion
retomará la ruta vital de sus personajes en la forma a la que ya nos tiene
acostumbrados. Quizá Sebela tuvo
algo que ver en el enfoque fallido de este número.
Pero no quiero
concluir la reseña sin resaltar el magnífico trabajo de Carnero: las viñetas sobre Clayface
yendo berserker son fortísimas, de
alto impacto y retratan muy bien esa impotencia y rabia que explota en el
personaje. Queremos ver más de ella.
¿Qué piensan
ustedes?
Queremos que nos
compartan sus opiniones. Cada uno tiene su visión y queremos conocer su
opinión.
Hasta el
siguiente número.
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