El ocaso de los dioses o
adiós, George Pérez y Neal Adams
Escritor: Joshua Williamson
Lápices: Rafa Sandoval
Tintas: Jordi
Taragona
Colores: Matt Herms
Rotulado: Josh Reed
Portada: Daniel
Sampere y Alejandro Sánchez
Portadas alternas: Un
lote más de dibujantes…
(Poseidón, “Las troyanas”, Eurípides; prólogo, versos 5, 20-25)
La verdad, esta reseña no merece ni hacerse.
Para uno de los números más sosos y genéricos que ha publicado DC en años, “Justice League” #75 es una gran pérdida de tiempo, que ni siquiera debería atraer la atención del más despistado de los niños rata que pululan por ahí.
De hecho, si no hubiera sido por el fallecimiento de George Pérez —y de Neal Adams—, ni siquiera le habría dedicado una línea a un guión paupérrimo, apenas utilitario, con un arte solo correcto dentro de lo esperable y lo cliché. Mas cuando uno ve cómo la propia DC, cual aqueos invasores, destruye su propia obra, esos muros de la Troya editorial que dioses como Pérez y Adams, análogos de Posidón y Apolo, levantaron; uno no puede quedarse callado y me sirvo de esta JL #75 para lamentarme sobre las ruinas de lo que alguna vez fue una verdadera cantera de talentos imaginando las más emocionantes e increíbles historias que pudimos leer.
Es que tras tantas “Crisis”, tantos “Metal” y tantas “Muertes de”, el burdo truco de la editorial es más que evidente y deplorable. Y la muerte de estos grandes artistas no hace más que acentuar los marasmos creativos en que se encuentra empantanado DC y sus socios.
Pero mis palabras sobran cuando la evidencia es tan clara en este número que, básicamente, se resume en unos cuantos párrafos: la Liga de la Justicia es convocada por el Superman Presidente de Tierra-23 debido a, oh sorpresa, un peligro más grande que cualquiera visto anteriormente y que puede borrar al Multiverso de una vez y por todas.
Acuden Superman, Batman, Wonder Woman, Black Canary (con Green Arrow de colado), Hawkgirl, Martian Manhunter, Aquaman, Zatanna y Green Lantern/John Stewart —y que algún alma caritativa me explique por qué luce verde al completo—.
Ah, y en la primera página, a gran tamaño, Black Adam, que, ya saben, hay que destacarlo porque se viene película y ya no es villano, sino que antihéroe —¿alguien lleva la cuenta de cuántos villanos son antihéroes ahora?—.
De inmediato se revela que el gran enemigo es Pariah. Sí, ese lastimero don nadie de la original “Crisis on Infinite Earths” es ahora el gran enemigo que ha reclutado, gracias a The Great Darkness, un ejército de villanos de primera línea: Darkseid, Doomsday, Eclipso, Nekron, etc. ¿Saben cómo se llaman? The Dark Army… [suspiro]
Viene pelea en generosas splash-pages —de hecho, el número cuenta con tantas supuestas espectaculares páginas-dobles que las individuales son las que resaltan— y, cual Crónica de una muerte anunciada, mueren todos los héroes… Todos, excepto Black Adam que alcanza a regresar al Salón de la Justicia para advertir a los otros de lo sucedido.
Y, como remate, la leyenda “To be continued in ‘Dark Crisis’ #1”…
¿Algo más que agregar?
¿Lo necesitan?
Como escribí antes, el guión de Williamson —una suerte de nuevo Chico Maravilla de la editorial— es apenas lo requerido. No hay elaboración, no hay profundidad. Es un simple “vamos rápido, matemos a la JL, sigamos con la nueva Crisis”.
El arte, hecho a muchas manos como en una sala de ensamble, es correcto y, con toda seguridad, una pérdida de talento que se queda en la viñeta por receta.
¿Y qué viene? No hay que ser el Dr. Fate para saber que la JL volverá pronto, que su muerte durará menos que lo que ustedes se tardan en leer esto y que, mientras tanto, nos obligarán a conformarnos con los sucedáneos inclusivos que nadie pidió. O, paradojas del merchandising, a seguir a Superman, a Wonder Woman y a Batman en sus títulos habituales donde, al parecer, ni se enterarán de que la Trinidad está fenecida por secretaría.
Lo triste en todo esto es que no podemos pedir más: DC, y la otra editorial, se repiten y se citan así misma ad nauseam, con total descaro, sin la más mínima autocrítica ni vergüenza. Solo importa la venta, el acaparar mercado, promocionar la próxima película… y sacar juguetitos…
Ya no bulle la creatividad entre sus artistas —a quienes, dicho sea de paso, les queda grande el apelativo artista a estas alturas—. Son productores en masa, repitiendo la fórmula vez tras vez.
No hay riesgo, no hay imaginación.
No hay amor por nuestros superhéroes favoritos; solo las cifras de mercado.
Es cierto, los cómics de superhéroes siempre han sido un producto de consumo; pero hubo una época en que artistas como George Pérez y Neal Adams aportaban creatividad, calidad y dedicación a lo que hacían.
Mientras un Batman negro o un Superman marica o una Wonder Woman... ¿sudaca?... solo serán recuerdos en cuanto cambie la corriente popular, ellos crearon personajes y acontecimientos que viven aún en el corazón de nosotros y lo seguirán haciendo por mucho tiempo más.
Comparen solamente esta anodina “Dark Crisis” con la trascendental “Crisis on Infinite Earths”… ¿Qué más puedo decir o alegar si la evidencia está ahí, en la propia historia editorial de DC?
Como los antiguos dioses fueron desapareciendo del mundo clásico, destruidos los templos en que se les rendía culto, así se van los grandes próceres de DC, los verdaderos padres de nuestros héroes, y, con ellos, esa época soñada que nos hizo asombrarnos, vibrar y emocionar durante tantas décadas. Lo peor, esta vez no tenemos un Eurípides que nos recuerde esas glorias pasadas, aunque sea desde la óptica del escepticismo y la sorna que abundan en su obra; sino un editor que saca cuentas, abalado por un grupo de estúpidos seguidores que viven del "mi Batman es mejor que tu Batman", que si esto es canon o no lo es, que creen que la taquilla abundante de una película es lo que prima. Una entropía que solo produce mugres como “The Death of Justice League” y la nueva Crisis en curso.
Adiós, George Pérez. Adiós, Neal Adams. Siempre nos quedarán sus obras, sus templos, para revisitar cuando nos asqueen títulos como este que intentamos reseñar y queramos volver a la época soñada en que dioses caminaban entre nosotros.
El nombre de esta tierra marcha a la oscuridad. Cada cosa se ha ido por un lado y ya no existe más la infortunada Ilión”.
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